Otra vez, como tantos problemas nacionales pendientes de solución, regresa a la discusión pública la posibilidad de sacar de las calles las chatarras, en esta ocasión como consecuencia de la aplicación, por parte del Intrant, de la inspección técnica del parque vehicular con la que el organismo espera asegurarse de que ningún vehículo constituya un peligro para los usuarios ni contaminen el medio ambiente, para lo cual ya notificó a los propietarios de talleres que deben inscribir sus negocios si quieren participar en esa inspección, que su directora, Claudia Franchesca de los Santos, espera iniciar a mediados del 2018. Si esas inspecciones se hacen como manda la ley es muy probable, como bien señala Antonio Marte, presidente de CONATRA, que el 80% de los vehículos del transporte urbano no la pase, por lo que tendrían que ser sacados de circulación. Y es ahí donde van a empezar los problemas, pues ninguna autoridad ha sido capaz de atentar contra “el moro” de un padre de familia, bien sea un chofer del concho, un buhonero de la Duarte con París, o el conductor de voladora con licencia para matar. Pero hacer esa inspección y que, de todas maneras, se permita circular a las chatarras sería volver a repetir la experiencia de la revista, que nunca sirvió para lo que fue concebida: evitar que circularan vehículos en mal estado. Además de que volvería a poner en evidencia la irritante incapacidad de nuestras autoridades de aplicar la Ley de Tránsito a todos por igual, sin excepciones ni privilegios amparados en el padrefamilismo anarquista y trastornador. No soy partidario de recurrir a esa forma de narcisismo que es citarse a sí mismo, pero hace algún tiempo escribí que las chatarras en este país son eternas, lo que vuelvo a repetir luego de anunciarse la inspección que hará el Intrant. Pero debo decir también que me encantaría que Claudia Franchesca, en esta oportunidad, me demuestre lo contrario.