Con cierta frecuencia sale a relucir que dos hermanos, un primo y la esposa de equis jerarca le hacen compañía en la nómina del Estado, algo que contraviene la ley si esa concesión de empleos resulta, a ojos vistas, un ejercicio abusivo del poder a partir de una consigna: «como yo soy el que mando, lo primero es poner a los míos a cobrar». Aprovecharse de la ventaja de estar arriba es algo que parece muy propio de esta cultura, pero es una práctica muy negativa que acentúa la imagen que muchos nos hemos forjado de que el Estado es tratado aquí como un botín, un recurso del que egoistamente se pueden extraer beneficios sin prestarle verdaderos servicios. A nivel militar sigue siendo muy común que generales y coroneles tengan «cargados» (como se dice en el argot de los cuarteles) a varios miembros de su familia en el disfrute de sueldos sin desempeñar funciones. El gobierno se empeña en estos días en reclamar transparencia en el pago de impuestos para que cada ciudadano dé al fisco todo lo que tiene que dar. Ojalá que lo logre, pero que también satisfaga a la opinión pública dando información sobre la forma en que gasta lo que recibe de los contribuyentes. Una radiografía al tren administrativo para establecer quienes son botellas y quienes no vendría al caso.

Del gato a la liebre

La reactivación de la economía a que aspira la sociedad no debe producirse a expensar de inversiones públicas que a lo mejor no van a estar orientadas a la búsqueda de soluciones para problemas básicos de la colectividad. Mucho se agradecería que el Estado se volcara en reparar y edificar escuelas y hospitales y en abastecerlos satisfactoriamente de instrumentos y medicamentos y que se ocupe de la contratación de personal bien pagado en los centros de salud. También que emprendiera otras obras que aunque sean costosas sirvan para crear infraestructuras productivas, como sería rescatar los puertos en mal estado o urgidos de dragado para que la República Dominicana no siga siendo la cenicienta del Caribe en el renglón del turismo de cruceros. Vale que la presente administración libere a Santiago y Puerto Plata (gastando todo lo que haya que gastar) del flagelo de la basura. La impresión en algunos círculos es que el gobierno pondría en riesgo su popularidad si aprovecha el clamor que se escucha para que active la economía para considerarse respaldado a lanzarse a mega proyectos controversiales.

Ciertos macuteos

En una de esas reuniones de intelectuales y artistas a que acostumbran níúcleos de clase media, y que tenía lugar en una bien preservada casona de Gascue, el ambiente estuvo en estos días muy frío al comienzo aunque el vino ocupaba su espacio, lo mismo que las galletitas, el queso de cabra y las bocanadas de habano que disparaban por lo menos dos de los presentes. Nadie protestaba pues la libre circulación de aire en la espléndida terraza disipaba el humo. La pléyade de señores entrados en años sólo estalló en vigorosas exposiciones después que alguien se levantó y dijo «¡Señores, ¿ustedes no han notado que el PLD ha venido esta vez a gobernar con orientaciones diferentes a las de 1996? Recuerden que en la administración anterior se preocupó por adecentar un poco la administración pública hasta el punto de que ciertas áreas tradicionales del macuteo decrecieron mucho. Sin embargo, el que en estos días se da una vuelta por el aeropuerto, donde «exoneran» a la gente de abrirles las maletas si se cantean con 20 dólares; o el que repara en la venta de licencias para conducir que se está dando, se convence de que ya no se pone mucho empeño en perseguir ciertas vagabunderías».