Qué se dice
Los colegios y su «aliado»

Qué se dice <BR><STRONG>Los colegios y su «aliado»</STRONG>

A pesar de los pesares, si los padres de familia de clase media y baja tienen a los colegios privados más arriba del moño por las tarifas altas que implantan, el responsable número uno es el Estado; y no sólo porque sus autoridades dejan las manos libres a la enseñanza privada para sus cobros,  sino porque los ínfimos niveles de inversión pública en planteles y maestros  mantienen al sistema oficial en baja  calidad y disponibilidad.

En el debate de los problemas educativos dominicanos, que parten siempre de la insuficiencia que los gobiernos de todos los tiempos originan a la sociedad en ese renglón, lo habitual es que desde el oficialismo se quiera tapar al sol con un dedo. Si los colegios cobran caro es  básicamente una consecuencia de que las autoridades  nacionales  los han fomentado de forma indirecta como negocios imprescindibles  para complementar el servicio de enseñanza, mientras les fallan cada día más a los padres de familia que no encuentran buenos cupos para sus hijos en las escuelas públicas.

Quieren subastarlo

  Con mal disimuladas maniobras se ha querido dañar la imagen del peregrino llegado de Dajabón, Angel Patricio Sosa, un hombre que refleja humildad y desprendimiento, que se preocupa por dar a entender que lo de él no es el beneficio personal; que no anda puramente buscando publicidad ni cargos, sino ponerle una nota de dramatismo a las críticas contra la centralización del gasto público a través del cual los gobiernos siempre se inclinan por lo macro y lo ruidoso en la Capital, en perjuicio de las obras modestas que los dominicanos de sitios lejanos  reclaman. A Sosa lo han querido desautorizar con nombramientos en el Estado y hasta con dádivas,  buscando que aparezca públicamente aceptándole beneficios al Gobierno. Los han visitado emisarios con ese propósito, pero lo que se ha generado en el entorno del peregrino es un sentimiento de rechazo a ese proceder. ¿Por qué insistir con esa mañosería?

¿Por qué insistir en tentaciones para que el caminante termine por aparecer como un mercader? Ya se sabe que  Balaguer no ha sido el único en recurrir a ese método. ¡No fuñan más!

¡Cuánta autoridad!

  Rosario Espinal es la brillante científica social de este momento; para satisfacción  de los dominicanos, a los que a cada rato viene a iluminar con sus análisis sobre la defectuosa  realidad nacional, saca tiempo a sus obligaciones académicas de primera magnitud en Estados Unidos para estar entre nosotros, además de escribir regularmente para este diario. Su brillo profesional al manejar temas políticos, sociológicos y económicos contrastan con el «galloloquismo» y arrebato de algunos de los que se venden aquí como los mejores orientadores y orientadoras de la opinión pública desde tribunas electrónicas e impresas. La autoridad y suficiencia de Rosario Espinal es como para causar envidia; pertenece un reducido número de mujeres que continuamente reciben invitaciones para hablar en foros académicos locales y del exterior  adonde acude como expositora que no necesita escudero. En esa misma condición de invitada única, sin grupo, estuvo meses atrás en el encuentro semanal del Grupo de Comunicaciones Corripio, un escenario en el que hay que sacar de abajo.

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