QUE SE DICE
Los vigilantes

QUE SE DICE <BR>Los vigilantes

Lo peor que puede suceder, no nos cansaremos de insistir en ello, es que la gente empiece a enfrentar la delincuencia con sus propios medios, suplantando las funciones de una institución que si bien se maneja en medio de grandes limitaciones y precariedades ha sido entrenada, precisamente, para bregar con el delito y los delincuentes. Cada vez son más los barrios y sectores de clase media cuyos residentes se organizan para defenderse de la pesadilla nuestra de todos los días, como son cada vez más frecuentes también los reportes de supuestos delincuentes que han salvado la vida de puro milagro, o porque ha venido en su rescate la Policía, de la furia homicida de la multitud.

Se entiende positivo que los barrios, a través de las juntas de vecinos o la forma de asociación que prefieran, se integren a una lucha que de ninguna manera puede dejársele solo a la institución del orden, pero inquieta comprobar que no se tiene muy claro hasta dónde deben llegar esos «comités de vigilancia», como ya los empiezan a llamar en algunos barrios, en una tarea para la que no han sido debidamente entrenados ni para la que tienen autoridad legal. Mucho ojo con eso.

La espada de Renove

No supondrá, por su monto, un gran alivio al maltrecho presupuesto familiar, pero la rebaja al precio de los pasajes urbano e interurbano que acaban de disponer las principales centrales del transporte servirá, por lo menos, para dejar constancia de la buena voluntad de sus dirigentes, al traspasar a los usuarios la rebaja en los precios de los combustibles experimentada en las últimas semanas. Alegra y satisface que un sector conocido por su intransigencia pueda mostrarse tan consecuente con sus conciudadanos, algo que no se ve -triste es decirlo- todos los días en un país donde cada quien jala para su lado. No han faltado, sin embargo, quienes han insinuado, con evidente mala leche, que esa sorpresiva condescendencia tiene algo que ver con el escándalo desatado en el Plan Renove, en estos momentos una verdadera espada de Damocles sobre las cabezas de algunos de esos transportistas.

American dream

A los americanos la humanidad le debe muchas cosas, algunas de ellas tan maravillosas como el chiclet, el rock and roll, la coca cola, Supermán, el «conflé», la familia Simpson y, por supuesto, nuestro adorado beisbol. Escuchamos su música, admiramos sus estrellas de cine, idolatramos sus deportistas, queremos, en fin, formar parte -de pleno derecho- del «sueño americano». Y es que solo ellos pueden darse el lujo de arrasar, a bombazo limpio, una ciudad de alrededor de 300 mil habitantes como Faluya, en Irak, y ser luego capaces de ofrecer, como si tal cosa, 500 dólares a manera de «consolación» a cada familia que regrese a su destruído hogar. Pero no se alarme demasiado, se trata simplemente del proverbial sentido práctico de los gringos, su mejor forma de decir: «lamentamos mucho haber destruído su ciudad».

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