Es muy probable que, tal y como creen las autoridades medioambientales, haya manos criminales detrás de la gran cantidad de fuegos forestales que se han desatado en el país en las últimas semanas, principalmente en la Cordillera Central. De hecho, siempre ha habido manos criminales alentando los fuegos que han devastado nuestras cordilleras en los últimos treinta años, un crimen perpetrado en nombre de la supervivencia y por medio del llamado conuquismo o agricultura nómada. Las autoridades de Medio Ambiente, sin embargo, creen que los fuegos que todavía calcinan nuestros bosques son producto de la «maldad, el rencor y el despecho». ¿Por qué no decir, abierta y claramente, que se sospecha que las manos que han provocado esos incendios no solo son criminales sino también políticas?
Declaraciones
Mientras el gobierno dice estar empeñado, según las declaraciones del secretario de Trabajo José Ramón Fadul, en «deshaitianizar el país» reduciendo la presencia de mano de obra haitiana en territorio dominicano, el ecologista Eleuterio Martínez pega al grito al cielo advirtiéndonos del riesgo de caer en lo que definió, a propósito de los fuegos que asolan nuestras cordilleras, como la «haitianización de la parte Este de la Hispaniola», con lo que nos invita a mirarnos en el desolador espejo de nuestros vecinos. La declaraciones del Secretario de Trabajo son una involuntaria confesión del avanzado proceso de haitianización de nuestras fuerzas productivas, que muchos creen irreversible; las del conocido ecologista una advertencia a la que, por suerte, todavía tenemos tiempo de prestar atención.
Justicia severa
Cantarle veinte años de cárcel a un hombre acusado de robarse una motocicleta, así se trate de un reincidente, es una sentencia demasiado severa hasta para el legendario juez Juan María Severino, mucho más si la vemos desde la perspectiva de la «nueva» justicia que estrenamos a partir de la entrada en vigencia del Código Procesal Penal. Américo del Carmen Jiménez, de 40 años, debió salir ayer en libertad condicional tras cumplir diez años de prisión, la mitad de la pena que le impuso Severino, siempre y cuando haya conseguido algún documento de identidad que permita a las autoridades formalizar los trámites de su excarcelación. Es difícil saber cuál fue el primer pensamiento de ese hombre al ser puesto en libertad tras pasar tanto tiempo preso por tan poca cosa, pero sí se puede apostar, sin temor a equivocarse, que no será antojarse de un motor ajeno.