La historia registra el 4 de agosto de 1496 como fecha de la fundación de la ciudad de Santo Domingo, por lo que salta a la vista que acaba de transcurrir un aniversario más de la existencia de esta urbe sin que trascendiera que se llevó a cabo alguna celebración o por lo menos algún encuentro o declaración que mostrase a autoridades, citadinas o estatales, como pendientes del acontecimiento.
A lo mejor las máximas autoridades del municipio de la Ciudad Primada están embarcadas por completo en lo puntual y fijando toda su atención en el rescate de la avenida Duarte, en la crisis de falta de estacionamientos en la zona colonial y otros lugares, de las ocupaciones ilegales de áreas verdes y del conflicto permanente con buhoneros que crean obstáculos a la circulación. Fuentes edilicias comentaron, no obstante, que la administración del síndico Roberto Salcedo no tendría excusas para dejar pasar sin pena ni gloria una efeméride de tanta importancia, puesto que está acompañado de un equipo de funcionarios que incluye a personas con muy buenos salarios para tener competencia en asuntos de festejos, culturales y artísticos. Resaltaron que lo histórico incumbe demasiado a los ayuntamientos, obligados a bregar siempre con el pasado glorioso de las ciudades a través de los nombres de calles, plazas y monumentos.
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Mendicidad S.A.
Las autoridades han recibido nuevas denuncias, con pelos y señales, sobre la presencia de un vehículo que en horas de la noche cumple la tarea de repartir por esquinas de la Capital a las haitianas que con niños en los brazos practican la mendicidad. Los testimonios respaldan la impresión que muchos tienen de que las pedigüeñas no actúan aisladamente sino que su condición de pobreza es aprovechada por alguna red que ejerce un tráfico que facilita su desplazamiento y colocación en el área urbana. La indigencia que ellas exhiben representa un problema que debe enfocarse con dos vertientes, pues de un lado está el desamparo en que se encuentran y que las lleva a pedir para sobrevivir, colocándose en lugares peligrosos para transeúntes.
De otro lado está la cruel ilegalidad de que esas haitianas puedan estar mendigando no solo en busca de sustento sino también para beneficiar a algún grupo que de manera delictiva aproveche la miseria ajena. Esta variante de la trata de seres humanos debe ser perseguida; pero sin perder de vista que las injusticias y marginaciones generan condiciones primarias para ese tipo de conductas en estos medios y en los del Estado vecino.
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Prevención y castigo
Por boca de un experto chileno en asuntos penales, se cae en la cuenta de que en República Dominicana se aplica la prisión preventiva con más frecuencia que en Chile. En un lapso de tres meses, los jueces dominicanos dictaron coerción con cárcel para el 34% de los prevenidos llevados ante ellos, mientras que el promedio que se registra en el citado país sudamericano es de un 15%. Se requeriría, sin embargo, disponer de más informaciones a cerca de la situación chilena antes de fijar un criterio sobre lo que está ocurriendo localmente.
Aun cuando alguna doctrina señale que la libertad debe ser la regla y la prisión la excepción, hay situaciones objetivas que deben tomarse en cuenta antes de despachar hacia su casa a alguien que bajo serios indicios esté acusado de crimen. No puede olvidarse que durante mucho tiempo la libertad condicional fue en este país una forma segura de alejarse para siempre del encausamiento, y que todavía los aparatos judicial y policial no están suficientemente aprovisionados de recursos y mecanismos para garantizar mucho el regreso a los tribunales de los inculpados dejados en libertad provisionalmente. Quizás esa no sea la realidad chilena.