El pique que cogió Eddy Olivares debido a que el PRM le cerró el camino hacia la presidencia de la JCE fue tan pero tan grande que, en medio de la momentánea ceguera que a veces provoca la ira mal contenida, anunció que no seguiría militando en esa organización.

Y aunque se entendía que pudiera tener razones para estar molesto con la dirigencia de su partido, que para honrar una promesa de campaña del presidente Luis Abinader decidió no proponer a nadie que tuviera vínculos partidarios directos para el órgano electoral, a muchos sorprendió esa decisión, pues no parecía que el disgusto daba para tanto ni que la ofensa recibida fuera tan grande.

Pero lo que más sorprendió fue que acusara al “poder presidencial” de bajarle línea a los senadores para que lo excluyeran de las ternas de candidatos a la JCE, lo que calificó de injerencia grosera en otro poder del Estado y un atentado a la institucionalidad democrática.

Pero el pasado domingo el doctor Olivares anunció, como si nada hubiera pasado, que dejaba sin efecto la licencia que tomó en el PRM, “en razón de que desaparecieron las causas que la motivaron”.

La reacción de José Ignacio Paliza a ese anuncio indica que la cosa no es tan fácil ni tan simple, ya que según el presidente del PRM “ser miembro de un partido trae consigo un sin número de compromisos que no son cualquiera, que usted no toma o deja a su gusto, sino en virtud de sus organismos, de sus estatutos y del compromiso que significa militar en un partido político, asumir sus causas, y mas cuando sus causas son justas como la de una Junta Central independiente”.

Será la dirección del PRM, según Paliza, la que “estudiará” el reingreso del doctor Olivares, pero mientras estudian el caso sus miembros deberían saber que no parece buena idea cerrarle la puerta en la cara, alborotando el avispero en un partido que, ahora en el poder, no necesita atizar tensiones internas de ingrata recordación y traumáticos desenlaces.