QUE SE DICE
Oro por espejos

QUE SE DICE <BR>Oro por espejos

Solo hace falta un simple vistazo al contrato mediante el cual se concede a una entidad privada los derechos para construir una isla artificial, para ser explotada turísticamente, frente a las costas de Santo Domingo, para recordar que al sol de hoy, quinientos y pico de años después, seguimos cambiando pepitas de oro por relucientes espejitos.

Para muestra basta un botón pero hay muchísimos mas, sobre todo en las obligaciones que tocan -a propósito de la reforma tributaria que se cocina a fuego lento en el Palacio Nacional- al Estado dominicano: «Establecer las condiciones fiscales que faciliten la ejecución del proyecto, su desarrollo y administración con un nivel de rentabilidad aceptable». El contrato de marras, publicado ayer in extenso por El Día, deberá someterse a la consideración del Congreso Nacional, pero desde ya los voceros de los bloques de legisladores de oposición han adelantado su rechazo, entre otras cosas porque se trata de «un disparate» que solo está en la mente de algunos funcionarios.

Habrá que esperar, sin embargo, para saber cuál será el destino final de ese generoso contrato que tanto nos ha hecho recordar a los famosos espejitos con los que, según la leyenda, los codiciosos conquistadores deslumbraron a nuestros incautos aborígenes.

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Hay un hoyo…

Hace un buen tiempo ya que varios periódicos, este incluido, vienen llamando la atención sobre el deterioro de las calles y avenidas de la Capital, deterioro que se ha agravado sensiblemente con la estación de las lluvias. Ha sido infructuoso, sin embargo, el esfuerzo de esos medios por hacer reaccionar a las autoridades de la secretaría de Obras Públicas, o que alguien en esa cartera explique porqué se ha abandonado a su suerte a las calles del Gran Santo Domingo, como se le llama ahora de manera tan pomposa.

Lo que se ha susurrado por trasmano es que el RC-2, un derivado del petróleo que se utiliza como materia prima del material empleado para pavimentar, está carísimo y sobre todo escaso, pero solo se trata de una versión que nadie -desde el oficialismo- ha sido capaz de confirmar o desmentir. Mientras tanto los conductores de vehículos de motor, sobre todo los que se han dado cuenta a tiempo de que en esta selva cada quien tiene que rascarse con sus propias uñas, abren bien los ojos y aprietan mejor el volante para evitar caer en uno de esos hoyos capaces de acortarle la vida útil al carrito adquirido con tantos sacrificios.

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Devaluación

Muchas son las cosas que podrían decirse o escribirse sobre la creciente pérdida de valor de la vida humana en estos violentos tiempos que nos ha tocado vivir, pero ninguna sería tan elocuente como la realidad misma, esa que nos apabulla -no más abrir un periódico o encender la televisión- con el peso terrible de su contundencia.

Una crónica calzada con la firma del veterano periodista José Thomas, corresponsal en San Cristóbal para El Nacional, contaba ayer que un agricultor mató a otro de diez puñaladas porque este se negó a completarle lo que faltaba para el «serrucho» que le permitiría comprar otra botella de ron. Como ocurre con frecuencia en esas absurdas tragedias, ambos compadres «compartían animadamente» unos tragos, hasta que estalló la discusión, el irracional reclamo y las diez puñaladas que zanjaron de manera brutal la cuestión. Y todo por un peso, por un mísero y devaluado peso con el que ya no se compra ni siquiera una menta de guardia.

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