Lamentablemente volvió a suceder, y lo peor del caso es que nadie garantiza que no volverá a ocurrir. A tal punto ha llegado la descomposición en las filas de la Policía Nacional, que no pasa mucho tiempo sin que sus miembros sean protagonistas de un hecho delictivo. Ayer los titulares los acapararon un raso del cuerpo élite los “Lince” y otro perteneciente a la Dirección General de Seguridad del Transporte (DIGESET), antiguo Amet, quienes junto a un civil resultaron heridos a balazos por una multitud que los persiguió luego de asaltar una compraventa en Sabana Perdida, Santo Domingo Norte. La dirección de relaciones públicas de la Policía informó que ambos agentes fueron de inmediato cancelados, y que tan pronto se recuperen de sus heridas serán puestos a disposición del Ministerio Público para que los someta a la acción de la justicia. Pero está claro que eso no es suficiente, como no han sido suficientes las reiteradas promesas de quienes han dirigido la institución durante los últimos años de que no tolerarán ni abusos ni inconductas de sus miembros, pues lo que la sociedad dominicana realmente desea y reclama es que no delincan con tanta frecuencia, que no sean parte del problema que nos ha arrebatado la tranquilidad y el sosiego: la desbordada delincuencia. Por supuesto, no todos son asaltantes, ni macuteadores, ni le cobran peaje a los dueños de puntos de drogas, pero los malos policías hacen tanto ruido con sus malas acciones que, desgraciadamente, eso es lo que parece. Y eso no es justo ni para la Policía ni para los ciudadanos, que no nos merecemos el cotidiano sobresalto de enterarnos por las noticias de que los que nos protegen pueden ser también nuestros peores enemigos.