El viejo mal dominicano de la automedicación, con la gente tomando antibióticos o cualquier otro fármaco que le «prescriba» el vecino que es zapatero o la mujer que cose en una casa de esquina, cobra nuevos matices y va como potro desbocado.
Ahora el consumo directo, y sin el examen profesional previo, de alegados productos medicinales, se promueve masivamente con mensajes publicitarios. El aspirante a supermacho recibe continuamente incitaciones a tragar pastillas sin control para apalear a las mujeres en el lecho; no simplemente para resolver alguna posible disfunción eréctil. Resulta también que ya no es necesario acudir a la consulta de los penosos hospitales públicos si los pobres sufren de estreñimiento o si tienen dificultades para dormir o ingerir alimentos. A nadie sorprendería que de buenas a primeras comenzara a promoverse, como si se tratara de harina de negrito, un supuesto alimento para el cerebro y la inteligencia, que tanto brilla por su ausencia. Abundan las píldoras mágicas para todo, hasta para la resaca, a pesar de que la única verdadera solución de ese mal es la abstinencia. Hace meses, las autoridades dijeron que pondrían fin a la venta sin recetas de los estimulantes sexuales, pero en eso llegó otra «enfermedad» que distrajo a los funcionarios y les hizo olvidarse de sus obligaciones: la fiebre de la reelección.
¿Hasta cuándo?
o Parece que los políticos van a ser los últimos en reaccionar al hecho de que la gente está harta de verles dispendiar tiempo y dinero (sacado del bolsillo de los propios ciudadanos en la mayoría de los casos) en sus afanes de obtener o retener alguna cuota de poder, mientras los problemas de la vida común se agrandan y las posibles soluciones se alejan. La voz de alarma ha sido dada una vez más por alguien importante del clero que parece más decidido que nunca a ejercer la crítica constructiva. Lo que dijo antier monseñor Benito de la Rosa y Carpio, una de las eminencias de la Iglesia, no tuvo desperdicios. Sufrimos una supuesta democracia que cuesta demasiado. Alarma y ofende que en un país de notables precariedades y de males sociales que exigen cambios en los roles que juega el Estado, las campañas a destiempo de los políticos consuman tantos recursos y persigan excesivamente la atención de los ciudadanos que por lo regular se sienten agobiados por sus propias carencias, y sobre todo por la falta de autoridad que agrava los males. A veces el observador se pregunta si no habrá de ocurrir aquí lo que ya ha sucedido en otros países en los que la frustración de las colectividades provocaron el hundimiento, para largo tiempo, de muchos partidos tradicionales.
En pie contra los viajes
Las autoridades de inmigración de Estados Unidos han modificado el enfoque de sus esfuerzos para impedir la llegada de viajeros ilegales a través del mar Caribe. Antier devolvieron a un grupo de infelices atrapados mientras navegaban hacia Puerto Rico, pero a los 4 ó 5 que estaban en las embarcaciones con un talante de capitanes de la expedición los tienen retenidos. La ley contra el tráfico de personas ha sido endurecida en la jurisdicción norteamericana y a sus violadores les cabrían penas muy duras. Por lo demás, los estadounidenses profundizan más que antes en la investigación de las redes que operan internacionalmente en algo que alcanza categoría criminal, pues no solo implica la violación de regulaciones fronterizas. Se trata de delincuentes que ejercen la falsificación y la estafa y ponen muy deliberadamente en riesgo las vidas humanas. La intensificación de la lucha contra los viajes ilegales podría incluir en los próximos meses peticiones de extradición, por parte de Estados Unidos, de los cabecillas de mafias que residen en el país.