Este diario resaltó en su edición de ayer un hecho altamente significativo para la política dominicana, que como todo en la vida tiene que cambiar y evolucionar, aunque no siempre lo haga en la medida que lo exigen nuestras necesidades: el fin del reinado de Amable Aristy Castro, que se prolongó durante treinta años, en la provincia La Altagracia, una auténtica expresión del caciquismo regional que terminó degenerando en una dinastía junto a su hija Karina, derrotada en las elecciones municipales de marzo tras 18 años como alcaldesa del municipio de Higüey.

La salida de escena de Aristy Castro, que no pudo reelegirse como senador a sus 71 años, no significa el fin del clientelismo ni de una forma de hacer política que denigra, degrada y envilece al voto y al votante, como acabamos de comprobar en la campaña electoral, pero como se trata de uno de sus más conspicuos y representativos exponentes la democracia dominicana puede afirmar que salió ganando, y que lo hizo gracias a la decisión de los mismos electores que durante tantos años le confiaron sus votos.

Pero lo que alienta la esperanza de que la derrota del astuto político higüeyano es el principio del fin de una forma censurable y despreciable de hacer política es la elección del candidato a diputado por Alianza País (AlPais) José Horacio Rodríguez, quien se proyecta como el mas votado en el Distrito Nacional.

El joven político y abogado realizó una campaña novedosa y original, demostrando que es posible llevar sus propuestas de manera efectiva a los electores sin la necesidad de gastar millones de pesos en publicidad y caravaneos ni arrojarle salchichón y pollos vivos a sus seguidores.

Y todo eso enarbolando la consigna de la “Buena Política”, en clara contraposición con la “mala política” que encarna gente como Amable Aristy Castro y otros tantos que nos recuerdan que todavía es mucho lo que falta por cambiar para que ese cambio sea real y verdadero.