Preguntas sin responder.- Tal vez haya sido a causa de la muerte del papa Francisco, de la enorme conmoción que provocó en la Iglesia Católica, pero cuando el gobierno inició la aplicación en los hospitales del protocolo de atención a pacientes extranjeros, que incluye la detención y deportación de las parturientas haitianas, me extrañó no escuchar a la institución con mayor credibilidad de este país (es lo que dicen recurrentemente las encuestas) entre las primeras voces que elevaron su protesta por un trato a todas luces indigno e inhumano, como señaló de inmediato el presidente del Colegio Médico Dominicano, el doctor Waldo Ariel Suero.
Un silencio difícil de ignorar, pero también de entender, que de alguna manera fue subsanado por el seminario Camino, órgano de difusión del arzobispado de Santiago y de la Conferencia del Episcopado Dominicano, que abordó el tema en el editorial de su última entrega, en el que expresa que el cristiano que se mantenga indiferente ante acciones cometidas por agentes de Migración contra inmigrantes haitianos en territorio dominicano debe revisar su condición de seguidor de Cristo. Y añade que no es posible continuar callados frente a lo que está ocurriendo en los hospitales con las haitianas que van a dar a luz a esos centros de salud.
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“Es más fácil tildar de prohaitianos a todos los que levantan su voz para que se detengan los atropellos contra los que nacieron del otro lado de la frontera, que diseñar políticas sinceras que regulen la llegada de ellos al país”. Y como otras tantas voces que han protestado por ese maltrato innecesario, hace mas o menos las mismas preguntas que nuestras autoridades migratorias no quieren responder a pesar de que conocen bien las respuestas, y lo que hay que hacer para que no sigamos, gobierno tras gobierno, preguntando lo mismo, mientras los haitianos continúan “invadiéndonos”. ¿Cómo entran los haitianos? ¿Cuántas veces se ha comprobado que en ese lugar se da el soborno y la trata de personas?