QUE SE DICE
Primero, el ejemplo

QUE SE DICE <BR>Primero, el ejemplo

El presidente Fernández ha vuelto a llamar la atención del país sobre un asunto que, a pesar de su evidente trascendencia, no parece que hayamos tomado en serio, por lo menos no con la seriedad que imponen las circunstancias: la necesidad de que la población inicie un programa riguroso de ahorro de energía, dada la amenaza que representa para el país, su economía y planes de crecimiento las constantes alzas del petróleo en los mercados internacionales.

El mandatario recordó que los técnicos del gobierno, a través de la Comisión Nacional de Energía, ya trabajan en la elaboración de un plan de orientación ciudadana destinado a estimular el ahorro de combustibles, que será dado a conocer en el más breve plazo posible. Ojalá que pronto tengamos noticias, mayores detalles, de ese plan de ahorro, mas que nada para saber hasta dónde están dispuestos a sacrificarse el gobierno y sus funcionarios en un esfuerzo en el que están obligados a predicar con el ejemplo si quieren que el invento funcione.

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A matar

Conturba grandemente la saña, el absoluto desprecio por la vida humana de la que hacen galas nuestros delincuentes, que ya ni siquiera se toman la molestia de agotar los trámites de lugar -el famoso «la bolsa o la vida»- con sus víctimas, lo que les da a estas la oportunidad de acceder «voluntariamente» al requerimiento pero también de salir mas o menos ilesas de un trance tan difícil; ahora disparan primero y después, sin resistencia ni oposición, desvalijan al flamante muerto. No importa si la víctima anda en una lujosa yipeta o es el propietario de un humilde Honda 70 en el que se gana la vida motoconchando, tampoco si se trata del empleado de una modesta ferretería o un taxista experto en madrugadas. El último caso ha sido el de Tomás Malena Traveni, el pasado domingo en San Cristóbal, a quien varios hombres despojaron de una pistola y prendas valoradas en más de cien mil pesos luego de acribillarlo a balazos cuando llegaba a su casa, pero mañana puede ser usted, o su vecino, o un amigo de su amigo, a quien una bala alevosa y traidora arrebate la vida a cambio de unas cuantas baratijas.

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SOS en «La Cementera»

Hace tiempo que sabemos, por dolorosa experiencia, que la delincuencia está en todas partes, que no hay barrio, sector, municipio o provincia de la república que no haya sido tocada por una plaga que ha llevado intranquilidad y desasosiego a la población, que no sabe cómo defenderse ni tiene tampoco quien la defienda. Así las cosas, a muchas de esas comunidades solo les queda un recurso: irse a los periódicos o a la televisión a clamar públicamente auxilio y protección, con la esperanza de que alguna autoridad se conduela de su situación. Y es precisamente lo que han hecho los moradores de la urbanización «La Cementera» del ensanche La Agustina, entre las avenidas Tiradentes y Pedro Livio Cedeño, quienes se han acercado a esta columna para describir el clima de miedo en el que viven, virtualmente sitiados por una delincuencia que no descansa ni de día ni de noche. A lo único que esa gente aspira, porque sabe que no puede pedir demasiado, es a que la Policía Nacional les envíe una patrulla que les «de la vuelta» de vez en cuando, a ver si los delincuentes, muchachos muy jóvenes según dicen, contienen un poco sus desbordados ímpetus.

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