La doctora Miriam Germán Brito no es conocida por ser una persona locuaz, de muchas palabras, lo que bien puede atribuirse a una deformación profesional producto de su largo ejercicio como jueza, acostumbrada a hablar solo a través de sentencias, o a una timidez natural, de nacimiento, por lo que es parte esencial de su forma de ser y de relacionarse con los demás.

Pero eso no implica que la Procuradora General de la República no esté en capacidad de responderle apropiadamente a sus críticos, de “ponerlos en su puesto”, lo que acaba de demostrar con su reacción al comunicado de los abogados agrupados en el autodenominado “Observatorio por un justo proceso”, en el que expresan su preocupación por la excesiva exposición mediática de casos de corrupción que, a su juicio, vulneran el principio de presunción de inocencia y el debido proceso.

La doctora Germán Brito dijo extrañarle, como también le extrañó a mucha gente, no haber escuchado esas quejas y observaciones cuando realmente se hacía un espectáculo de esos procesos.

”Nunca hubo de parte de ellos ni una queja ni una observación cuando la pasada administración le enviaba una comunicación a los diferentes medios avisándoles cuando iban a presentarse a los hogares de las personas arrestadas, según demostró un abogado en una audiencia de medidas de coerción”.

Y agregó que tampoco los escuchó quejarse cuando se iba a allanar a una persona y no se procedía hasta que no llegaran las cámaras de televisión y los periodistas. La Procuradora cree que haber reaccionado tan tarde, aunque tengan razón en algunas de sus observaciones, en cierto modo los descalifica, además de que nadie les va a creer, conociéndolos como los conocemos, que solo se trata de una reacción tardía a una práctica de la que se viene abusando desde los tiempos de Domínguez Brito, y mucho menos que lo hacen de manera gratuita o por amor al arte de defender lo indefendible.