QUE SE DICE
Regreso a la premodernidad

QUE SE DICE <BR>Regreso a la premodernidad

La discusión pública en torno a la construcción del Metro de Santo Domingo ha servido para muchas cosas, entre ellas para poner al día el inventario de nuestras verdaderas prioridades, que tal y como expresara el ingeniero Diandino Peña durante su participación en el encuentro semanal del Grupo de Comunicaciones Corripio pertenecen todavía a la premodernidad.

Estamos hablando de escuelas, puentes, acueductos, caminos vecinales, canales de riego y un larguísimo etcétera de obras que constituyen, para sus beneficiarios, la solución a sus necesidades más perentorias, un paso absolutamente necesario si queremos que esa misma gente esté algún día preparada para darle la bienvenida al metro y la modernidad que tan bien sabe vender el ingeniero Peña. Por eso tranquiliza tanto saber que para el gobierno, independientemente de sus planes de sacar adelante, contra viento y marea, el bendito metro, sigue siendo una prioridad superar todas las carencias a las que nos condena la premodernidad, como lo demuestra el hecho de haber anunciado un vasto plan de obras públicas a todo lo largo y ancho del país, desde un elevado en la carretera Duarte a la altura de Los Alcarrizos hasta un sistema de riego por goteo en una comunidad de la lejana y preterida provincia de Pedernales.

Inventos
Es perfectamente entendible que un funcionario, por un elemental sentido de lealtad, suscriba las acciones o iniciativas del gobierno al que pertenece, y hasta que ponga todos sus talentos y capacidades a su servicio, pero no hay porqué llevar esa devoción a extremos tan peligrosos. El Superintendente de Valores, el licenciado Haivanjoe Ng Cortiñas, acaba de proponer que se invierta una parte de los fondos de pensiones que estén ociosos en la financiación del Metro de Santo Domingo, un mecanismo de financiamiento que, según el funcionario, reducirá los riesgos de tener invertidos, en una sola canasta, más de cinco mil millones de pesos del dinero que se descuenta a los trabajadores. La sugerencia, en términos estrictamente económicos, podría tener sentido, y hasta es probable que sea también legal, pero estamos hablando de unos recursos con los que no deberíamos, ni de relajo, ponernos a inventar.

Girando en círculos
Nada ilustra mejor nuestra particular manera de enfrentar los problemas que la situación que existe en Moca, asiento de un popular mercado de medicinas falsificadas, al que las actuales autoridades de salud han decidido eliminar de cuajo tras años de tolerancia y permisividad. Ese drástico cambio de «política» de parte de las autoridades ha generado fuertes resistencias tanto de los propietarios de los negocios como de sus «beneficiarios», gente muy pobre que solo de esa manera tiene acceso a medicina barata, por lo que ha sido necesario recurrir al Ejército Nacional para poder cerrarlos. Así ocurrió hace unos meses y así volvió a ocurrir ayer, cuando las autoridades de Salud Pública dispusieron, manu militari, el cierre de otros doce establecimientos que se dedicaban a la venta de esas peligrosas medicinas, y así volverá a pasar cuando en un futuro no muy lejano nos demos cuenta que esos negocios siguen tan abiertos como el primer día.

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