Como no me siento obligado a la hipocresía que exhiben, sin ningún rubor, peledeístas y no peledeístas que hoy aplauden a quien estuvo a punto de meter al país en un gran atolladero, puedo decir aquí que si el presidente Danilo Medina salió por la puerta grande al anunciar que no intentará reelegirse por encima de la Constitución fue porque, por mas empeño que puso, no pudo salir por la chiquita. También puedo decir aquí que para alguien que nunca dio muestras de que iba a optar por un tercer período, como afirmó en su discurso el mandatario, los aprestos reeleccionistas llegaron demasiado lejos, y fue así gracias al activismo de funcionarios muy cercanos a su confianza que nunca fueron desautorizados, como tampoco desautorizó los actos reeleccionistas, financiados con dinero público, que se realizaron en todas las provincias del país. Cuando ese activismo llegó al Congreso Nacional, convirtiéndose en una amenaza real para la Constitución, bastaba un gesto, una señal, un oportuno boche presidencial para detenerlo, pero prefirió continuar encerrado en su hermético silencio, que no rompió ni cuando se cometió la barbaridad de imponerle un cerco militar que nos recordó tiempos que evidentemente no hemos superado. ¿Quién va a creer que un acto de esa naturaleza e implicaciones no contó con la anuencia del Comandante en Jefe? Nadie puede decir con certeza, salvo que fueron muchas, el número de veces que se le pidió al Presidente que le hablara el país, que lo sacara de la incertidumbre, pero nunca hizo caso. Y como lo mucho hasta Dios lo ve, y también los americanos, se produjo la llamada-advertencia de Mike Pompeo que selló la suerte de la reelección. Por eso debo repetir aquí, antes de que lo encaramen en un altar, que si el presidente Medina salió por la puerta grande de la Historia fue porque lo obligaron las circunstancias. Y así, con perdón de sus áulicos y corifeos, no tiene ningún mérito.