El gobierno apostó, y me cuentan que hasta exageró los informes meteorológicos relativos a la provincia Duarte, al fracaso de la marcha verde convocada para celebrarse el pasado domingo en San Francisco de Macorís, calculando que las copiosas lluvias que caen sobre el territorio nacional desde hace una semana se convertirían en el aliado providencial que impediría que los ciudadanos acudieran masivamente a la convocatoria de sus organizadores. Para su desgracia, volvió a subestimar los niveles de motivación de quienes han decidido expresar su rechazo a la corrupción y la impunidad participando en las marchas verdes, que en esta ocasión desafiaron una lluvia que nunca se detuvo para protestar y manifestarse. Es lo que ha puesto tan nervioso al Ministro de Interior y Policía, quien acusó a sectores infiltrados en el movimiento verde de fraguar un plan para desestabilizar al gobierno, aunque, como era de esperarse, no aportó una sola prueba de su acusación ni ofreció un solo nombre de los supuestos conspiradores. Esa sobre reacción es el mejor indicador de que el gobierno, que se mal acostumbró a jugar solo en la cancha, sin una oposición que le perturbe el sueño, empieza a preocuparse por las masivas movilizaciones que promueven los verdes y, mas que nada, por sus consecuencias políticas, que desde luego no tienen nada que ver con la teoría de la desestabilización que el doctor Carlos Amarante Baret sacó del “librito” de Joaquín Balaguer al que tan buen uso le han dado los peledeístas desde que llegaron al poder. Ojalá que, como recomienda ese mismo “librito”, el gobierno no pase al siguiente nivel y cometa el error de recurrir a métodos antidemocráticos para reprimir las marchas verdes y a sus organizadores, y que todo se resuelva con una buena dosis de tranquilizantes, pues lo único que esas marchas han desestabilizado son los nervios del ministro de Interior y Policía.