“Nuestras afirmaciones pueden parecer duras, pero son más bien un grito desesperado por salvar el país de la continua invasión haitiana que está depredando nuestros bosques, ocupando los espacios públicos, defecando, orinando, agrediendo, asaltando, sin pagar impuestos, consumiendo nuestro presupuesto de salud, pidiendo en las calles; a eso hay que ponerle remedio, y pronto”. El “grito desesperado” del alcalde de Santiago Abel Martínez, quien afirma que en esa demarcación se libra una batalla campal permanente contra la arrabalización de los espacios públicos y la violación de las leyes y normativas municipales por parte de los ilegales haitianos, pone el toque dramático a una situación que pese a su gravedad y a que se reproduce, con menor o mayor intensidad, en casi todo el país, no parece preocupar ni quitarle el sueño a las autoridades “competentes”. Por eso fueron calificadas de irresponsables por el alcalde de Santiago, quien lamentó que a diario entren a territorio dominicano miles de haitianos aprovechándose de una frontera flexible y mal resguardada, que se suman así –sostiene– a los que están aquí sin ningún tipo de legalidad pero protegidos por la indiferencia de las autoridades . Y es esa indiferencia, precisamente, el aspecto más inquietante del “problema haitiano” y sus gravosas consecuencias para la República Dominicana, pues nos está dejando indefensos ante una invasión tan notoria como inocultable. Menos para nuestras autoridades, que ni oyen, ni ven ni entienden lo que está en juego.