QUE SE DICE
A la espera

QUE SE DICE<BR>A la espera

Entonces Eligio Jáquez tenía razón: la autocrítica pasó de moda en el Partido Revolucionario Dominicano, por lo menos en la versión que controla el PPH. Milagros Ortiz Bosch, ex secretaria de Educación y ex Vicepresidenta de la República, lo acaba de vivir en carne propia. Su renuncia de la comisión que organiza la convención perredeísta, a raíz de un encontronazo con el licenciado Vicente Sánchez Baret a causa de la llevada y traída consulta a las bases, es tan solo el síntoma externo del sordo malestar que se incuba en el perredeísmo. Ahí hay gente que, definitivamente, no está dispuesta a jugar con otras reglas que no sean las que, desde hace veinte años, han estado a la orden de sus intereses y los de su grupo, y a esas cosas, como bien sabe doña Milagros, no se renuncia con facilidad. Mientras tanto Hatuey Decamps parece no tener prisa en hacer su próxima jugada, convencido de que tarde o temprano verá pasar frente a su casa el cadáver del enemigo.

Preguntas sin respuesta

Cuando se habla de modificar el Código Procesal Penal para adaptarlo a la realidad del país, como sugieren los que piensan que se trata de un lujo que solo se pueden dar los países «civilizados», sería bueno saber de qué país, exactamente, estamos hablando. ¿Del país donde los contrabandistas de madera frustran a tiro limpio los esfuerzos de la secretaría de Medio Ambiente de poner freno a ese criminal tráfico, como ocurrió hace unos días en la frontera? ¿Del país donde una fiscal dispone, de manera graciosa, la libertad de un hermano suyo que agredió a los miembros de una patrulla policial, como sucedió ayer en Nagua? ¿A esa triste y dolorosa realidad es que debemos adaptarnos o, peor todavía, resignarnos, mientras llega el día en que seamos capaces de garantizar los derechos ciudadanos hasta de los delincuentes? ¿Cuánto tiempo más habrá que seguir esperando para tener derecho a vivir en ese país tan imaginario como imposible?

Prohibida la entrada

Parece que Estados Unidos ha decidido crear, como parte de su cruzada, de evidente tono fundamentalista, contra la corrupción administrativa, un nuevo tipo de paria con su decisión de retirarle el visado a todo aquel que huela a corrupción, no importa si luego, en un juicio oral, público y contradictorio, se establece su inocencia. Lo peor del caso es que al ritmo que vamos -en DEPRECO dicen que hay otros 350 expedientes de corrupción cocinándose a fuego lento- en poco tiempo estará el «desvisado» (perdón por el neologismo, pero de alguna manera hay que llamarlos) que hará ola, que elevarán a seis, con la nueva camada de Renove, la cantidad de ex funcionarios, con rango de secretario de Estado, afectados con la drástica decisión del Departamento de Estado. El despojo, para los señalados, es un estigma con el que deberán aprender a vivir, pues supone una condena automática, inapelable y terrible, como si se tratara del castigo impuesto por un dios iracundo y rencoroso. Sirvan estas palabras de consuelo, si acaso eso es posible, para todos los que han recibido la mala nueva de que se les ha prohibido la entrada al paraíso terrenal.

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