Qué se dice
Carencias educativas

<STRONG>Qué se dice<BR></STRONG>Carencias educativas

A pesar de que este año escolar la secretaría de Educación ha sido particularmente pródiga en la emisión de notas de prensa y comunicados dando cuenta de la distribución de miles de butacas y otros útiles escolares para equipar como Dios manda  a nuestras escuelas, sigue reportándose la situación de muchos centros docentes donde los muchachos  reciben clases sentados en el suelo, en blocks, en sillas que tienen que llevar desde sus casas  o simplemente en lo que aparezca, cuando no es el techo lo que falta y se ven forzados a recibir el mentado pan de la enseñanza debajo de la sombra generosa de un árbol.

En el caso de Santiago, la segunda ciudad en importancia del país, llama poderosamente la atención  el alto déficit de butacas y otros materiales elementales para impartir y recibir docencia, sobre todo tratándose de centros urbanos, como reseñaba ayer un reportaje preparado por la redacción de este diario en esa ciudad. Dirigentes de la ADP en Santiago atribuyen la situación a la falta de previsión de las autoridades educativas, que dieron inicio al año escolar sin pasar revista al estado de las escuelas y sus necesidades para poder actuar en consecuencia, pero esa es una explicación difícil de aceptar. A menos que, como piensa mucha gente tanto dentro como fuera  del gremio magisterial, que esas autoridades estén más atentas a la política y la politiquería que a los avatares de una sistema educativo plagado de carencias y necesidades.

Terroristas

La Policía Nacional tiene que apurar el paso y sus investigaciones para dar cuanto antes con el paradero de los terroristas -no hay otro modo de llamarlos- que el pasado sábado arrojaron una bomba molotov a un hotel de San Cristóbal, donde un grupo de más de cien mujeres celebraba un acto de apoyo a la candidatura del ingeniero Miguel Vargas Maldonado, candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano, gracias a Dios sin lesiones que lamentar. El mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín explicaba ayer, hablando a través de su vocero, el general Ramón Francisco Rodríguez Sánchez, que la Dirección de Inteligencia Criminal de la Institución tiene buenas pistas de los sospechosos, que se desplazaban en un carro Toyota Corolla de color verde, pero no quiso adelantar mayores detalles “para no entorpecer las investigaciones” de una acción  que ha merecido la repulsa unánime de nuestra clase política así como de todo aquel que repudia la barbarie como forma de dirimir nuestras diferencias. A estas alturas de nuestro desarrollo democrático resulta inaceptable un regreso al terrorismo político de la década de los años 70, cuando imperaba -de lado y lado- la intolerancia, el irrespeto a la vida y, sobre todo, a las ideas ajenas.

De Pelegrín y la frontera

Tiene razón Pelegrín Castillo cuando advierte sobre la necesidad de acompañar la presencia en la frontera del Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza (CESFRONT) de una serie de servicios y programas complementarios que lo hagan sostenible en el tiempo, no sólo porque es la única forma de garantizar su éxito sino también para evitar que sus miembros se contaminen con el entorno, que acaben asimilando y por tanto tolerando las prácticas que allí son normales y cotidianas, pues ha sido ese acomodamiento, precisamente, lo que ha impedido que el Ejército Nacional, responsable de su vigilancia, no haya podido poner freno a una actividad que, como el contrabando, ha sido desde siempre consustancial a la zona. A esa presencia militar hay que sumar acciones, como bien sugiere el diputado por la Fuerza Nacional Progresista, que reflejen un mayor compromiso del gobierno con los cambios urgentes que requiere la frontera para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, empezando por mejorar su infraestructura de comunicaciones, y más que nada propiciar -como sugiere el diputado por la Fuerza Nacional Progresista- “una genuina dinámica de desarrollo regional que vincule más a la frontera a la economía nacional” si realmente queremos cambiar una realidad que debería llenarnos de vergüenza.

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