QUE SE DICE
Claudicación

QUE SE DICE<BR>Claudicación

Ya se sabía que la Organización Técnica de Transporte Terrestre no estaba en capacidad de obligar a los transportistas a cumplir sus disposiciones, pero cierto es también que esa debilidad, que no es exclusiva de la institución responsable de regular el transporte urbano e interurbano, podía manejarse con un poco más de dignidad, a fin de preservar un mínimo principio de autoridad. La penosa claudicación de la OTTT ante los sindicatos que se oponen a la rebaja de los pasajes no solo sentará un pésimo precedente de ahora en adelante, sino que constituye, igualmente, una costosa derrota para el gobierno, que se ha mostardo incapaz de sofocar una rebelión que ni es inocente ni está libre de connotaciones políticas. Antonio Marte, dicho sea sin tapujos, se ha dado el lujo de desafiar el mandato de la OTTT, y se ha salido con la suya. Preparémonos, pues, para las consecuencias de esa inmerecida victoria de la anarquía sobre la ley y la autoridad.

¿Terrorismo?

Lo que sucedió en Salcedo, donde cuatro hombres y una mujer, encapuchados y armados de pistolas, penetraron a la planta de distribución de agua potable del acueducto, donde vertieron cuatro latas de aceite lubricante quemado, no debe tomarse a la ligera, como si se tratara de otro acto delictivo más dentro de la ola de violencia que nos azota. Se trata, en realidad, de un elevoso atentado contra toda una comunidad que pudo verse expuesta, sin saberlo, a un peligro inimaginable. ¿Y si en lugar de aceite de motor hubieran echado en esas aguas otra sustancia más letal o contaminante? No podemos darnos el lujo, en estos tiempos de terrorismo y volencia sin sentido, de subestimar esos hechos, que podrían estar anunciando algo mucho peor. Ojalá se entienda la gravedad de lo sucedido, y se proceda con la firmeza y prontitud que demandan las circunstancias.

Perdiendo actualidad

Vieja costumbre nuestra es desentendernos de los problemas una vez dejan de salir, con ribetes de escándalo, en los periódicos, un error que podríamos volver a cometer en el caso de Navarrete, el levantisco municipio santiaguero que se convirtió en el epicentro noticioso del país tras el salvaje asesinato de siete jóvenes, que las autoridades atribuyen a un ajuste de cuentas con el inconfundible sello del narcotráfico. Gracias a esa tragedia nos hemos enterado de que en Navarrete la droga se vende como el arroz en los comercios, a la vista de todo el mundo, que tampoco hay fuentes de trabajo, y que la violencia, los vicios y la prostitución son el refugio de una juventud desencantada y sin esperanza. El apresamiento de los responsables de esa horrible matanza tal vez saque a Navarrete y a su gente de los periódicos, pero solo hasta que el mal que allí se anida vuelva a despertar, con renovados bríos, y empiece otra vez la pesadilla.

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