Como era de esperarse ha caído como una bomba entre los productores de huevos y pollos del país el anuncio del gobierno de Haití de prohibir la importación de esos productos desde la República Dominicana a causa de la presencia del virus de la gripe aviar, tal y como ya hicieron las autoridades puertorriqueñas tan pronto se enteraron de la noticia.
Productores de huevos y propietarios de granjas avícolas calculan que la decisión de las autoridades haitianas provocará pérdidas millonarios al sector, pero lo verdaderamente preocupante es que de mantenerse la prohibición irían a la quiebra más de la mitad de los que se dedican a ese negocio, sobre todo en la región Norte. La inquietud que alberga mucha gente, sobre todo después de enterarse de que el gobierno ocultó en forma deliberada y maliciosa que la cepa del virus también fue hallada en aves localizadas en Santo Domingo, es qué nueva sorpresa nos tienen reservadas muestras autoridades, pues quien miente una vez puede mentir siempre.
Un negocio
Pocos son en este país los que ignoran, incluídas las autoridades responsables de impedir que eso ocurra, que la masiva presencia de pedigüeños haitianos -ordinariamente mujeres con niños muy pequeños en sus brazos- que se instalan debajo de los semáforos no están allí de manera fortuita, ni son el producto natural de nuestra secular pobreza, sino parte de un bien montado, organizado y probablemente también muy lucrativo negocio (los pedigüeños son depositados en la mañanita en sus puestos y recogidos el caer la noche) que necesariamente tiene que tener sus promotores y beneficiarios. Por eso es legítimo preguntarse de dónde salen todos esos pedigüeños, cuál es su estatus migratorio en el país, quién los recluta y organiza, o si son dominicanos, haitianos o ambas penas a la vez. No debe resultar muy difícil encontrar las respuestas a esas preguntas, no si usted tiene los recursos necesarios y está investido de la autoridad para hacerlo. ¿Habrán captado la indirecta en la Dirección General de Migración?
Valores patrios
Por supuesto que provoca indignación el infeliz tratamiento, hijo sin duda de la ignorancia de quien elaboró la información, que ha recibido el Patricio Juan Pablo Duarte, señalado por el famoso periódico español El País como el fundador e inspirador de una de las bandas juveniles más peligrosas y violentas de Madrid, pero la ligereza o falta de interés del periodista de marras por averiguar quién es Duarte en realidad no debería ser lo que llame nuestra atención, sino la peculiar reinterpretación que han dado a los valores patrios los jóvenes dominicanos que forman parte de esa banda, que significativamente han bautizado como Los Trinitarios. Sus señas de identidad son los colores de nuestra bandera (blanco, rojo y azul), su contraseña es Amor de Patria, Dios Patria y Libertad es su eslogan, y utilizan collares con 844 anillos, en obvia alusión al año en que se proclamó la independencia de República Dominicana. No obstante la indiscutible grandeza de su obra, del extraordinario valor que encierra su sacrificio, Juan Pablo Duarte ha sido un gran incomprendido, pero pocos hubieran sido capaces de imaginar lo lejos que llegaría esa incomprensión.