Deben contarse por miles los  conductores que hoy están deseosos  de  felicitar al director general de la Autoridad Metropolitana del Transporte, el mayor general José Sigfredo Fernández Fadul, por su decisión de ordenar a los agentes de AMET que se abstengan de dirigir el tránsito en las intersecciones donde funciona el sistema de semáforos, a fin de permitir que estos hagan el trabajo para el que fueron diseñados y fabricados.

La decisión de Fernández Fadul, que la población venía reclamando desde hace mucho tiempo,  implica que en lo adelante  esos agentes solo se encargarán del tránsito cuando fallen los semáforos o se produzca alguna emergencia, como parte de una serie de medidas que ha decidido tomar el organismo con el propósito de agilizar el tránsito de la Capital. O sea que Fernández Fadul se ha dado cuenta, por fin, de lo que el resto de sus conciudadanos sabe hace muchísimo tiempo, más que nada porque lo ha tenido que sufrir en carne propia; que los agentes de AMET contribuyen a crear más taponamientos y dificultades al tránsito que las que pretenden evitar cuando deciden sustituir un invento tan maravilloso como el  semáforo.

Precipitación

A muchos ha parecido precipitado y hasta imprudente la forma tan concluyente en que el doctor Roberto Rosario, presidente de la Cámara Administrativa de la Junta Central Electoral, se ha referido a algunos aspectos  de las primarias reformistas del pasado domingo, en las que Amable Aristy Castro parece haber derrotado, con más de diez puntos porcentuales de ventaja, al ingeniero Eduardo Estrella, pues se le ha visto demasiado empeñado en sellar la victoria del secretario general de la Liga Municipal Dominicana a pesar de que no se le suponen velas en ese entierro. ¿Qué necesidad había de afirmar, en medio del proceso de cotejo y validación de las actas de votación, que ninguna de las actas depositadas en el Centro de Cómputos pueden ser impugnadas ante la Cámara Contenciosa del tribunal de comicios, dado que se trató de unas elecciones libres y transparentes? Se acepta y se entiende que Rosario, empeñado en honrar el compromiso de la JCE de garantizar un proceso libre de traumas y cuestionamientos, quisiera presionar a la comisión electoral reformista para que ofrezca los resultados del proceso en los plazos pertinentes y que animado por ese propósito se extralimitara hasta más allá de lo deseable. Pero como no todo el mundo está obligado a ver buenas       intenciones detrás de sus actos y sus palabras, que no se extrañe si ya hay quien piensa que en su caso simplemente lo traicionó el subconsciente y confundió sus deseos con la realidad.

Estadísticas

El jefe da la Policía Nacional anda de aquí para allá con un montón de estadísticas bajo el brazo, en un intento por desmentir, con los números en las manos, la generalizada percepción de que el país sufre un incremento en los índices de delincuencia y criminalidad. Gracias a esas estadísticas nos hemos enterado de dos muy malas noticias, sin que hasta ahora se sepa cuál de las dos es peor; que el 30% de los hechos delictivos en el país son cometidos  por menores de edad, y que la gran mayoría de los crímenes son producto de la violencia doméstica e intrafamiliar. El teniente general Bernardo Santana Páez señala que en los últimos cinco meses en el país se han registrado 61 muertes atribuibles a violencia intrafamiliar, crímenes pasionales y riñas, ante los cuales lo único que la institución  puede hacer es trabajar, junto a las iglesias y organizaciones sociales, en programas de prevención y concientización, algo que de hecho ya está haciendo -dice- en estrecha colaboración con la Pastoral Ozama, la Iglesia Católica, los adventistas, los evangélicos y los clubes barriales. Es probable que el jefe policial consiga convencer a la opinión pública, con el auxilio de esas sombrías estadísticas, de que la delincuencia y la criminalidad no son el enemigo a vencer, pero puede apostar peso a morisqueta que nadie le va a dar un premio  por eso.