Le agrade o no le agrade a los nuevos incumbentes de la Cámara de Cuentas, con la doctora Licelotte Marte de Barrios a la cabeza, los escándalos que se han producido alrededor del organismo responsable de la fiscalización del uso de los recursos públicos lo convierten, necesariamente, en centro de atención de la opinión pública, que todavía no sale de su asombro luego de enterarse de algunas de sus interioridades como la forma en que funciona su archivo vivo de documentos o la gran cantidad de botellas que medraban parasitariamente a la sombra de su presupuesto.
Cerrar a cal y canto la Cámara de Cuentas para impedir que los medios continúen exponiendo lo que allí ocurre y la manera en que ocurre no parece una buena idea, ni se corresponde con los criterios de apertura y transparencia que deben normar el accionar de una institución de su naturaleza. Por eso hay que considerar las restricciones a los periodistas que allí acuden en procura de información como un arranque momentáneo, producto de las presiones y el estrés, que estamos seguros no tardará en corregirse si no es que se ha corregido ya. Y es que si la gente que hoy dirige la Cámara de Cuentas quiere salir airosa de la tremenda prueba que tiene por delante, sobre todo sin quemarse ni desacreditarse, debe imponerse como primera tarea rescatar la credibilidad perdida del organismo, para lo cual van a necesitar, en calidad de aliados estratégicos, del concurso de los medios de comunicación.
La pregunta impertinente.- ¿Qué explicación dará el presidente Fernández, tan hábil para enmascarar la realidad con hermosas y grandilocuentes palabras, a la gran cantidad de sub secretarios de Estado nombrados por su administración, en su gran mayoría (nada menos que 258) sin ningún respaldo legal?