Qué se dice
Discusión sobre aborto

<STRONG>Qué se dice<BR></STRONG>Discusión sobre aborto

La discusión acerca de la despenalización o no del aborto ha tomado un giro de fanatismo religioso que nada aporta a la consideración racional de un tema tan importante para la sociedad dominicana. La discusión debe ser resituada para que los señores legisladores estén en capacidad de comprender las distintas corrientes de opinión sobre el particular.

Cuando esto ocurra nos daremos cuenta que la discusión no gira en torno a la despenalización del aborto en general, sino del aborto terapéutico. Los distintos sectores de opinión han dicho que no endosan la libertad de aborto ni la consideran una cuestión que compete exclusivamente a las mujeres. El aborto es un asunto social y es un asunto de salud pública. Por lo tanto, hombres y mujeres deben opinar por igual sobre el particular.

En segundo lugar, la discusión debe girar en torno a si se acepta o no que hay circunstancias que aconsejan a los médicos el aborto. Digámoslo así: estas circunstancias existen, pero debe establecer de manera legal si las mismas se rechazan de plano o si pasan por un tamiz que aconseje la decisión a tomar. Hasta ahora, los médicos  han recurrido al criterio ético del mal menor para decidir entre la vida de la madre y de la criatura. Si hay grupos sociales, incluidos los religiosos, que objetan esta práctica y esta eventual legalización, que se dediquen a exponer sus razones, con argumentos racionales y comprensibles. Las opiniones religiosas son importantes, pero no siempre son suficientes. Hay otros criterios, otras razones, otros motivos para actuar en la vida, incluso de profundas raíces y veneros cristianos o teístas.

Los legisladores que tienen en sus manos el estudio de este importante proyecto o código de salud deben sentir la libertad necesaria para actuar a ciencia y conciencia. No debemos ponerlos bajo una presión paralizante ni bajo un juicio severo propio de un pensamiento único.

El bendito ventilador

La pérdida de un ventilador de un hospital regional como el Cabral y Báez, de Santiago, no puede tomarse como un hecho ligero y de poca importancia. En sí mismo, no es un hecho tonto. Se trata de un dispositivo de gran tamaño con un valor de 57 mil dólares, unos dos millones de pesos. Pero lo realmente importante de este hecho es lo que el mismo pueda estar revelando.

Tradicionalmente, en Salud Pública ha habido pocos controles de sus bienes activos. Se trata de una de las secretarías más grandes del país, con cientos de hospitales, clínicas, policlínicas y centros médicos; con miles de empleados de distintos niveles y con gastos diarios millonarios. Pero este ministerio tan grande todavía es operado con mecanismos artesanales, con unos controles mínimos, por no decir prácticamente inexistentes. Las pérdidas de equipos y medicamentos en los hospitales  del Estado son viejas y famosas. Se podría afirmar, sin exageraciones, que en cada hospital hay una, dos, tres y varias historias sobre el particular. Ojalá que las autoridades de Salud Pública tomen este hecho del Cabral y Báez de Santiago como un punto de partida para crear mecanismos modernos y complejos para la supervisión y control de los bienes públicos depositados en cada centro de salud.  

El petróleo sube, sube y sube
Desde el año pasado los precios de los combustibles derivados del petróleo han mantenido una tendencia alcista. Los principales factores son ampliamente conocidos: la guerra de Irak y la inestabilidad de la zona del Golfo Pérsico,  el alto consumo de las potencias económicas, con China y Estados Unidos a la cabeza, y los criterios políticos que tienen algunos líderes de países petroleros para disminuir la fortaleza de Occidente. En buen dominicano, se trata de un juego en el que la República Dominicana no tiene parte. Sin embargo, está el hecho de que somos un país que no produce una gota de petróleo. Es decir, todo cuanto consumimos tenemos que comprarlo en los mercados internacionales. Necesitamos combustibles para sostener un parque de vehículos de motor propio de una nación petrolera, para alimentar el parque energético y para la industria en general. Los nuevos precios nos han llevado a tener que disponer  cada vez de más millones de dólares  para pagar las importaciones, y hasta nos estamos endeudando a razón de unos 300 millones de dólares por año.

Sin embargo, y debemos subrayar este sin embargo, el gobierno ha sido incapaz de diseñar una política dirigida a hacer el uso más racional y comedido posible de los combustibles de petróleo. No lo hicimos cuando el barril de petróleo estaba a 60 dólares, tampoco ahora, que está a 80 dólares y posiblemente no lo hagamos cuando llegue a los 100 dólares anunciados recientemente por el Presidente Hugo Chávez. ¿Qué le parece a usted, amigo lector?

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