Qué se dice
El carrito chocón

<STRONG>Qué se dice<BR></STRONG>El carrito chocón

El doctor Franlkyn Almeyda se ha ganado, por derecho propio, el que se le considere como el funcionario más polémico del gobierno peledeísta; siempre tiene puesta la ropa de pelear, sin importar la categoría o relevancia de su rival o las circunstancias en que se produce el pleito, no siempre favorables a su causa. Se trata, como es de conocimiento de muchos peledeístas, de un asunto de temperamento, pero si bien es cierto que en el gobierno y el PLD están de alguna manera obligados a sobrellevar la proverbial terquedad del secretario de Interior y Policía como quien carga una cruz muy pesada también lo es que, en su condición de funcionario público, esa beligerancia y propensión a la garata y la confrontación tienen consecuencias en la aplicación de las políticas públicas de las que es responsable.

Ha habido, en verdad, mucho aspaviento y alboroto innecesario en el rechazo a la aplicación de los alcoholímetros, sobre todo entre gremios choferiles y transportistas, pero de ahí a responsabilizar a las empresas cerveceras de orquestar ese rechazo existe un trecho demasiado largo que el doctor Almeyda nunca debió recorrer.

Insensibilidad
En vista de que el doctor Jorge Subero Isa, presidente de la Suprema Corte de Justicia, se ha convertido en el principal doliente del buen nombre de nuestros jueces hay que considerarlo el destinatario natural de la queja del Programa de Ayuda a Casos de Mujeres Maltratadas (PACAM), que considera que uno de los graves problemas que confrontan las mujeres abusadas una vez han llevado sus casos ante los tribunales es la insensibilidad de los jueces.

Rosa Hernández de Grullón y Soraya Lara de Mármol, presidenta y directora ejecutiva del PACAM, explican que se ha hecho un gran esfuerzo por concientizar y capacitar a los fiscales sobre la naturaleza de un delito que sigue considerándose de índole privada, pero es poco lo que ha logrado hacerse con los jueces, sobre quienes descansa la enorme responsabilidad de sancionarlo adecuadamente. Un total de 7,372 querellas fueron presentadas, durante el pasado año, ante el Departamento de Protección a la Mujer, una buena cantidad de razones por las que esperar un poco más de sensibilidad hacia un delito que se ha convertido en una verdadera pandemia.

Así no fue que hablamos
Cuando el general Sigfredo Fernández Fadul anunció el inicio de la utilización de los alcoholímetros explicó, y así quedó escrito, que solo aquellos automovilistas que resulten sospechosos de conducir bajo los efectos del alcohol por su manejo temerario o su flagrante irrespeto a las leyes de tránsito serían sometidos a la prueba de alcoholemia, pues no era intención de las autoridades molestar a la ciudadanía con redadas ni detenciones indiscriminadas.

Lamentablemente eso no es lo que está ocurriendo, pues sea por la fiebre de los primeros días o porque sus subalternos no entendieron sus instrucciones lo cierto es que se está haciendo todo lo contrario, instalando retenes en nuestras principales avenidas para detener y someter a la prueba a todo el que tenga la desgracia de pasar casualmente por ahí, haya bebido o no. La utilización de los alcoholímetros no nos convierte, de un día para otro, en un país moderno sino el uso que hagamos de esos artilugios, que si bien están llamados a servir de control a los borrachos que andan detrás de un volante de ninguna manera pueden convertirse en fuente de molestias a la ciudadanía.

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