QUE SE DICE
El gobierno se delata

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Con una rápida información  que fue como sacada de la chistera, se hizo saber lo que parecería que estaba  bien calculado. Los dineros para aplicar el sistema de transmisión de datos de las próximas elecciones, y que la Junta Central Electoral no logró que estuvieran especificados en el presupuesto, llegarán de todos modos al organismo comicial (200 millones de pesos); y además aparecerán otros 385 millones adicionales para que la JCE salde deudas con el Banco de Reservas.

 Haberle consagrado tales recursos al organismo por la vía institucional era lo que aconsejaba  el respeto en las relaciones entre poderes, en este caso entre el Ejecutivo y el Electoral. Pero entonces no existiría un marco de subordinación y dependencia a las voluntades palaciegas, las que se acentúan si las asignaciones pasan a depender de medidas administrativas y medalaganarias del momento. Hoy no; mañana sí; o talvez pasado; o cuando a mí me salga de los forros… Otra demostración de que la falta de institucionalidad y de criterios políticos y éticos  sigue creando  espacios para que la unilateralidad impulsada por afanes reeleccionistas imponga condiciones y genere distorsiones sobre el desenvolvimiento electoral y las obligaciones del Estado.

Un celo sorprendente

 Ni tanto ni tampoco, diría cualquier observador de la realidad, al enterarse de lo cautas y exigentes que están resultando las autoridades del vecino Estado de occidente que prohiben importaciones de alimentos dominicanos tras el hallazgo del  virus de la influencia aviar en gallos de Higüey y La Vega, lo que no ha implicado  todavía que exista un brote de la enfermedad en esta parte de la isla. 

Ese “moquillo” rebautizado como una cosa  del otro mundo para que poderosos laboratorios puedan, a causa de pánico, vender  grandes cantidades de sus fármacos veterinarios, no se contagia a humanos, y el desarrollo y eficiencia de la industria avícola nacional  garantizan que sus canales de producción y mercadeo están debidamente protegidos. Haití es el país de más bajo nivel de vida del continente, desgraciadamente.

La salubridad es poca allí en medio de la pobreza extrema. Las estadísticas indican que la ingestión de proteínas en el vecino país es menos de la mitad de la de los dominicanos. Y el promedio de vida de los haitianos  vienen siendo, por las enfermedades reinante, inferior al de los dominicanos en por lo menos 15 ó 20 años. Quisiéramos que alguien justificara que un país azotado por sus propios males relacionados con  la indigencia y la marginación insana puede venir con el criterio de que una gripe de pájaros que viajan por todo el mundo pueda originarle  un mal peor que los que ya existen allí.

El peledeísmo excluyente

Sigue pareciendo mucho exceso ese predicar de  figuras ortodoxas del PLD  que se presentan ante el país como los únicos que se parecen a Dios en la Tierra. Pureza y perfección por los cuatros costados, y nada de lo demás sirve, lo que viene a recordar el odioso  pregón  de otros tiempos  que dividía a la sociedad dominicana en dos únicos grupos: los peledeístas y los corruptos. Torpemente, los sustentadores de tesis excluyentes y de barricadas que buscan descalificar a contrincantes del PLD no se dan cuenta de que su discurso ofende a muchísima gente, y no solo a los miembros del PRD. Es como si bastara con no seguir al leonelismo para constituirse en una basura, con lo que aluden a amplios sectores de la sociedad, pues la petulancia de proclamarse perfectos e impolutos es irritante para casi todo el que asume una posición  independiente respecto de la polarización de sectores  que caracteriza a esta sociedad. El PLD es una gran fuerza política, pero le hace más daño que bien el  que mantenga en sus niveles superiores a personas que se comportan como si fueran especialistas en abrir  más y más heridas innecesarias para luego echar sobre ellas  agua saturada de sal y limón.

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