Qué se dice
El tintine

Qué se dice<BR><STRONG>El tintine</STRONG>

No resultan muy convincentes los argumentos de las autoridades monetarias para venir ahora a acelerar  la sustitución  de billetes de banco por monedas de nuevas denominaciones que harán desaparecer  gradualmente del mercado a las papeletas de diez  y veinte pesos. En su lugar comenzarán a circular piezas metálicas más o menos equivalentes. Con este paso no se toma muy en cuenta al usuario para el que  siempre sería más cómodo llevar papeles que los consabidos redondeles de cobre, bronce o níquel. Y todo con el propósito de reducir los costos de reposición del dinero en circulación. Los billetes se deterioran rápido, según el Banco Central. Sin embargo, en este país se sembró pánico diciendo que las papeletas rayadas quedarían, ipso facto, anuladas, y desde entonces la gente aprendió a ser más cuidadosa que antes con esos valores representativos, a más de que la amplia difusión del uso de tarjetas de crédito ha disminuido la manipulación de efectivo. Se puede afirmar que con monedas de uno y cinco pesos es más que suficiente la fragmentación para  el ordinario desenvolvimiento de los ciudadanos, desde el dinerito para la merienda en las escuelas hasta el pago del peaje y el uso de teléfonos públicos.  La reducción del caudal de  billetes en circulación obligará al común de la gente a portar demasiadas monedas hasta para el simple hecho de ir a hacer pagos de mediana importancia. En algún momento, cualquier transeúnte  sentirá que guarda cierto  parecido con las típicas maracas, repletas de  piececitas que chocan y rechinan. Por ese camino,  los viejos monederos pasarán a ser más importantes que las tradicionales billeteras.

Pato o gallareta

  El país respiró aliviado cuando los diputados –aparentemente cansados de su propia inercia y de su culto a la contradicción ociosa- aprobaron el Proyecto de Presupuesto y Ley de Gastos Públicos 2006. En algún momento los poderes legislativo y ejecutivo tenían que arribar, de alguna manera, a la meta a que están obligados con la nación que no es otra que la de dotar a la República de su correspondiente programación de gastos y cálculo de ingresos. El individualismo y la pasión política que envuelve a esos entes debían llegar, aunque solo fuese por cansancio, a un límite. Así pasó con los diputados, pero ahora resurgen inconvenientes en el Senado, en el que un sector de los legisladores no parece darse cuenta de que ha quedado claro que el país  va a poder seguir adelante –incluso con la aquiescencia del Fondo Monetario Internacional- aunque no se apruebe el nuevo presupuesto, lo que sería ideal pero no imprescindible. Salga pato o gallareta, como se dice coloquialmente, habrá ejecución presupuestaria. Es absurdo que al modo de  Chacumbele, muchos senadores  pretendan trancar el juego de nuevo, sabiendo de antemano que si no aprueban el proyecto se reduciría la asignación  mensual de su cámara al tiempo que aumentaría la disponibilidad de recursos fiscales para el Poder Ejecutivo en virtud de la aplicación del presupuesto anterior  que le propiciaría  gruesos excedentes para manejar.

¡Ya está bueno!

  La piratería de música, películas y videos está despojando aquí de lo que legítimamente les pertenece a autores y productores de la industria del entretenimiento. Y aunque el copiado de cintas para venta ilegal no excluye el fraude de meterle a la gente gato por liebre  en medio de un comercio sin la más mínima garantía de calidad, siempre hay mucha gente dispuesta a comprar tan sombría mercancía atraída  por precios bajos. Lo que hacen con ese juego es alimentar un monstruo que no asume costos ni paga impuestos, propiciando de paso la ruina de los entes formales de la creación artística. Así ha ocurrido incluso  en otros países y la industria discográfica ha estado en crisis a nivel mundial por las violaciones a los derechos de autor. La pregunta del momento es ¿Pasará lo peor en República Dominicana en esa materia?  ¿Perecerán en su cuna los proyectos de cineastas que comienzan a solidificarse en un país que estuvo huérfano de expresiones propias del séptimo arte? ¡Hay que dar la batalla. Fuera la piratería!

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