QUE SE DICE
El valor de la amistad

QUE SE DICE<BR>El valor de la amistad

En el español dominicano hay una palabra -sacaliñar- para describir la reacción del embajador norteamericano Hans Hertell, aparentemente molesto por las críticas que ha recibido de sectores de la vida nacional que han interpretado como un injerencismo sus críticas a la aprobación de la reforma tributaria incluyendo un gravamen al sirop de maíz. Hertell reprochó a esos sectores que no se hable de injerencismo cuando la generosidad de su gobierno se expresa con ayuda contante y sonante a la lucha contra el sida, el desayuno escolar o en programas de modernización de nuestras instituciones, por lo que reclamó que a la hora de juzgar sus comentarios se reconozca -por lo menos- la buena fe del gobierno de los Estados Unidos hacia un país que, como el nuestro, considera su amigo. Puede ser verdad, como alega el diplomático, que tanto él como su gobierno están animados de las mejores intenciones, pero también lo es que por estas insulares tierras tenemos sobradas razones -si acaso no fueran suficientes dos intervenciones militares- para dudar de la buena fe de un amigo que nos cobra tan caro su generosidad.

Falta de sintonía

Sin querer queriendo, como decía el Chavo, el presidente de la Cámara de Diputados, Alfredo Pacheco, ha criticado la falta de sintonía con la realidad que le atribuye a la dirigencia del Partido Revolucionario Dominicano, incapaz de comprender los momentos de dificultades por los que atraviesa el país. Y se preguntaba Pacheco, para ilustrar con un ejemplo esa falta de sintonía con el aquí y el ahora de esa dirigencia, dónde estaba la declaración pública del PRD sobre la catástrofe provocada en la zona Este del país por el paso del huracán Jeanne, o sobre otros temas de interés nacional como el debatido acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. Si alguien dudaba del distanciamiento que se ha producido entre los legisladores perredeístas, tanto senadores como diputados, y la dirigencia del partido, con todas las implicaciones que ese cisma supone, tiene ahí suficiente tela por donde empezar a cortar.

Víctimas y victimarios

¡Cómo cambian los tiempos! Ahora resulta que los agentes de AMET, con una bien ganada fama de «comehombres», son víctimas frecuentes de las agresiones de ciudadanos que se resisten a reconocer las infracciones en las que incurren, hasta el extremo de que en tan solo 30 días han sido agredidos un total de 35 agentes, según estadísticas suministradas por su director, el mayor general José Sigfredo Fernández Fadul. La noticia, ciertamente, sorprende bastante, pues durante la gestión del general Candelier se convirtieron en rutina las denuncias de ciudadanos que alegaban haber sido maltratados por agentes demasiado agresivos en el cumplimiento de su deber. ¿Han cambiado los agentes su comportamiento frente a la ciudadanía o los que han cambiado son los ciudadanos, cada vez menos dispuestos a respetar cualquier forma de autoridad? Eso habrá que analizarlo. Mientras tanto, anoten el cambio: a los agentes de AMET le han dado a probar una cucharada de su propia medicina.

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