Qué se dice
En pie de guerra

<STRONG>Qué se dice<BR></STRONG>En pie de guerra

El comportamiento delictivo y deshonroso de agentes policiales es una fuente de desasosiego para la nación pero la forma en que el jefe de la institución, teniente general Bernardo Santana Páez, se mueve ante el descarrilamiento,  es de firmeza y rectitud. Bajo administraciones anteriores,  con frecuencia se daba el encubrimiento o el intento de encubrir a los uniformados que cometían crímenes.  Hoy lo que resalta es la presteza con que la jefatura descubre y acusa.

De manera recta y sin demora, el jefe policial ha puesto en evidencia a los miembros que han incurrido en delitos, sin importar si se trataba de coroneles, mayores o capitanes. Hay que insistir en que la presencia de  altos oficiales en actuaciones criminales, además  del personal  menor (sargentos, cabos y rasos) es motivo de alarma en la ciudadanía. Ahora mismo, lo único que conforta es la entereza de Santana Páez contra el crimen que mancha uniformes y resulta el más peligroso de todos para la sociedad. El trabajo de Santana Páez merece el pleno respaldo de la ciudadanía. Su incansable trabajo e integridad son motivo de esperanza de que  se podría lograr la limpieza completa de la Policía que es lo que nos haría dormir tranquilos a todos. Que la depuración sirva, efectivamente, para adelantarse al crimen.

Estrella no se apagó

Eduardo Estrella perdió las elecciones en el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), una organización en la que, según se dice, papeleta siempre ha matado a menudo. Lo interesante es que Estrella solo perdió en las urnas rojas y en el ámbito reformista, pues su figura y su discurso vibraron mientras su gran adversario lanzaba unos gingles opacos y prefería darle cuartos a la gente en vez de ganarla con ideas. Los méritos de Estrella, el joven político que conserva la valiosa  condición de inobjetable, se hacen más patentes ahora. Sus condiciones para ser candidato presidencial no han desaparecido. Le favorece mucho la circunstancia de que la gente lo esté viendo, tras el conteo, como un David con la onda vacía que se enfrentó a un Goliat con las árganas llenas. Más que como un perdedor, como una víctima. Por eso muchos ojos del país están todavía sobre ese joven decente que con su campaña impactó a la opinión pública como un sólido e implacable crítico del gobierno que hacía sonar verdades que la gente celebró. Verdades que Amable no esgrimió en su campaña. Si Eduardo no es candidato en el 2008, algún otro aspirante sacará provecho de ese vacío, pero él habrá perdido una gran oportunidad en la vida.

Gemelos en la desgracia

El puente Duarte, que honra al fundador de la República, y el puente Juan Bosch, que rinde homenaje  a uno de los políticos con más sentido del honor  asistió al renacimiento de la democracia, cruzan ambos el río Ozama pero con las glorias de sus nombres agredidas. Al recién rehabilitado Duarte le robaron todas las luces (a pocos días de su reinaugurado) y ahora aparece como una boca de lobo, todo manchado por el sucio. Sin esplendor, de noche y de día. El Puente Bosch, nuevo aún, fue desnudado de alambres y farolas, una y otra vez, hasta que las autoridades inventaron un tendido alto, inalcanzable para los impunes ladrones de metales, y ahora se podría decir que está un poquitín iluminado. Sin embargo, sus barandas se encuentran totalmente oxidadas. En un tiempo récord se han ido despedazando, dejando huecos, y cualquier vehículo que se accidente y desvíe, podría caer a las sucias aguas de Ozama. En cuanto a los peatones, debería ser declarado peligro público y no permitirle a nadie ira pie por esos laterales de la gran estructura. Duarte y Bosch fueron grandes incomprendidos de la historia. Los puentes que llevan sus nombres son también obras cuya importancia las autoridades no comprenden.

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