QUE SE DICE
¡Feliz Navidad!

QUE SE DICE<BR>¡Feliz Navidad!

Ahora sabemos, gracias a la Cámara de Cuentas, que entre las tantas primicias de las que puede alardear, ante los ojos del mundo civilizado, República Dominicana, está lo que podría llamarse -si se nos permite bautizar la original ocurrencia- Indulgencia Navideña, un hermoso gesto que pretende llevar paz y tranquilidad en esa especial época del año a aquellos funcionarios a los que la institución vincula, concluídas varias auditorías realizadas en distintas dependencias del Estado, con la comisión de «graves irregularidades» durante el desempeño de sus funciones. El doctor Máximo Castillo aclara, sin embargo, que esa gracia solo se mantendrá hasta el día de los Santos Reyes, pues una vez concluída esa tradicional festividad dará a conocer, con pelos y señales, los nombres de los funcionarios del pasado gobierno envueltos en el manejo inadecuado de fondos públicos y cuyos expedientes remitirá a la Justicia. A menos, claro está, que esos privilegiados ciudadanos sean capaces de conseguir una prórroga de la gentil Cámara de Cuentas bajo el alegato de que es mejor esperar, para estar todavía más tranquilos, a que llegue la siempre retrasada Vieja Belén.

El buen ejemplo
No hace falta que nos engañemos. En este país todo el mundo está consciente, porque así nos lo ha enseñado la experiencia, de que la ley 82-79 que obliga a los funcionarios públicos, incluídos los que han sido electos por el voto popular, a presentar una declaración jurada de sus bienes es letra muerta. El cumplimiento de esa «exigencia legal» ha devenido, así las cosas, en un acto puramente formal, sin ninguna consecuencia jurídica, para cuyo cumplimento hay que apelar a la buena voluntad de nuestros servidores públicos. A esa buena voluntad, precisamente, hay que recurrir ahora para intentar convencer a los señores legisladores, senadores y diputados, de que honren ese simbólico requisito, empezando por aquellos que, por su posición de liderazgo dentro de las cámaras, están obligados a dar el buen ejemplo.

Graffitis subversivos
Tal vez no se trate, como piensan algunos senadores, de un esfuerzo de «sectores cavernarios y desfasados» que intentan desestabilizar el país para instalar una dictadura, como es probable que tampoco estemos hablando -como sugieren algunos comentaristas- de una conspiración contra el sistema democrático, pues difícilmente esos letreros pidiendo la disolución del Congreso puedan tumbar un gobierno en República Dominicana, a menos que todos estos años que llevamos jugando a la democracia hayan pasado en vano. ¿Se le ha ocurrido a alguien que a lo mejor solo se trata de una forma de desahogo de un ciudadano o grupo de ciudadanos insatisfechos con el desempeño de nuestros legisladores, que no hay razón para tomárselo más en serio que esos agresivos graffitis que pueblan los baños de las empresas y oficinas públicas mentándole la madre al jefe, entre otros piropos cariñosos? No tenemos, como sería fácil comprobar, el mejor Congreso del mundo ni tampoco el más laborioso, pero esos son los bueyes que tenemos para tirar de esta pesada carreta y con ellos estamos obligados a salir a camino. Por supuesto, lo de los bueyes es una simple metáfora.

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