La renuncia generalizada a la ética, con comportamieto delictivo incluído, se ha ido extendiendo por la nación; eso de que los individuos que hacen trabajos en las calles para las Edes son los primeros en ofrecer el montaje de fraudes eléctricos a los clientes es algo bien conocido que finalmente las autoridades decidieron airear y enfrentar. El Programa Nacional de Apoyo a la eliminación del Fraude Eléctrico (PAEF) calcula que el 50% de las empresas contratistas cometen alguna forma de fraude en perjuicio de las empresas distribuidoras del Este, Sur y Norte.
Entre los que consumimos luz algunos nos atreveríamos a suponer que el mal es más común de lo señalado, cercano al cien por ciento. Muchos usuarios de Tele Cable saben también que empleados de esas compañías ofrecen a veces, a cambio de dádivas, extensiones ilegales del servicio, y que obreros de mecánica de compañías de reparaciones de vehículos de motor y de aires acondicionados, tratan con los clientes a espaldas de sus patrones, para hacerles trabajos por la izquierda fuera de factura, en perjuicio de las empresas de las que son empleados. Nos escandaliza la llegada de un tipo al que llaman Anticristo, pero el actuar en contra de lo correcto y no hacer las cosas en buen cristiano, es algo que es muy local y viene de viejo.
Los principios, al zafacón
Se critica que las dádivas sean lanzadas desde el aire por don Amable Aristy Castro, que gusta de sobrevolar a la gleba en un gesto con perfiles humillantes para los beneficiarios; se diría incluso que es una forma bochornosa de comprar adhesiones o comprometer agradecimientos que se conviertan en votos. Pero el Peledeismo Ilustrado, el de las buenas formas, el que camina con saco y corbata aunque tenga que pisar fango, ejerce una seducción que no por discreta, se aleja mucho del estilo extremo del secretario general de la Liga. Por esos predios se suele poner celofán a lo innoble de ofrecer empleos y resolver problemas personales usando el efectivo para que la conciencia de la gente emigre hacia determinado proyecto político oficialista. Cuando un comandante en jefe repone un generalato y sus honores para ganar para su causa a toda una importante familia, está usando medios que tienen que ver con lo Aéreo aunque no incluyan helicópteros como los de Amable. Ese es un método para fortalecer nexos en base a favores y ventajas; no a criterios y principios. El transfuguismo, que no es alentado con exclusividad por una sola bandería en República Dominicana, permite asegurar que el gran ausente en los símbolos partidarios de este país es el signo de peso. Esa forma de negar la ética y el patriotismo en que incurren muchos políticos, altos medios y bajos, hace cada día más difícil poner en orden a la República aunque tanto se hable de crecimiento y de avances hacia la post modernidad que en realidad coexisten con muchas y mayores miserias en todos los órdenes.
El Higuamo se muere
El efectismo y desenfoque de los gobiernos que siempre parecen deberse más a sus razones políticas que a sus obligaciones sociales- se muestra a plenitud con lo que está pasando en San Pedro de Macorís. Hubo sobrada voluntad del Estado (por parte de esta y anteriores administraciones) por levantar un coloso puente sobre las corrientes del río Higuamo para agilizar la comunicación entre la región oriental y el resto del país, pero ninguna autoridad ha puesto sus ojos, su voluntad, sus recursos y poder sobre las aguas inmundas de esa fuente fluvial. Probablemente el único río que superaría al Ozama en contaminación. Un verdadero cauce de basura y venenos; una auténtica cloaca para residuos de procesos químicos, de licorerías, jaboneras, azucareras y otras explotaciones industriales y de vertidos de aguas sanitarias. Recientemente murieron dos pescadores por el solo hecho de estar expuestos un tiempo a las emanaciones de las aguas. Macorís es un pueblo bañado por las aguas de un río que parece que nace en el infierno, pero los petromacorisanos no parecen muy conscientes de la situación de desprecio a su calidad de vida a que los han relegado. Dóciles, cándidos y crédulos, acuden cada dos años, a llenar las urnas de votos.