Lo ha dicho ya mucha gente, pero hay que volver a repetirlo: las palabras no alcanzan para describir lo que ocurre en Haití luego del terremoto del pasado martes. Pero tampoco son muy útiles para describir, en esta hora de inmensa desgracia, la solidaridad mostrada por los dominicanos, que se ha volcado generosa hacia los hermanos haitianos.
El telemaratón auspiciado por la Iglesia Católica, que recaudó cerca de RD$40 millones, es tan solo una muestra de esa solidaridad generosa y espontánea, que empezó a expresarse desde el momento mismo que se tuvo noticia de la catástrofe. Las inconsecuentes críticas hechas al país por algunos periódicos extranjeros no conseguirán ni anular ni opacar la enormidad de esa ayuda, mucho menos el extraordinario sacrificio de un pueblo que se ha olvidado de sus propias miserias para tender su mano al que lo necesita.
Ya era hora.- Se acepta y entiende que, ante la terrible desgracia por la que atraviesa el pueblo haitiano, nuestra primera reacción haya sido la de acudir solidariamente, y con todo lo que podamos, en su ayuda, pero ya va siendo hora de que empecemos a tomar algunas decisiones a propósito del sismo de 7.3 en la escala de Richter que asoló Puerto Príncipe. Por eso hay que recibir como una buena noticia el anuncio del secretario de Obras Públicas, Víctor Díaz Rúa, de que trabaja en la preparación de un Plan de Acción destinado a evaluar todas las edificaciones del país a fin de identificar las que sufrieron daños durante el sismo.
Confiemos en que ese Plan de Acción, que incluiría a todas las oficinas públicas y grandes edificaciones, arranque cuanto antes, y más importante todavía: que se empiece a trabajar de inmediato en aquellas donde se hayan producido daños estructurales, pero también que se refuercen las que pudieran resultar particularmente vulnerables a un sismo de regular magnitud. ¡Manos a la obra!