Qué se dice
Homicidas motorizados

<STRONG>Qué se dice<BR></STRONG>Homicidas motorizados

Dieciocho muertos por accidente de tránsito en un solo día (y 32 en 48 horas)  es demasiado para un país del tamaño de República Dominicana. La mayoría de las víctimas tuvo que ver con el uso de motocicletas, lo que refleja que en ese mundo de las dos ruedas lo que impera es el caos. Un caos mortal que se percibe mayormente en ciudades como Santo Domingo, Baní y San Pedro de Macorís.

 El motociclismo  alocado que arropa el país muestra una característica semisalvaje: una gran cantidad de los usuarios de motos no respeta las leyes de tránsito: van raudos llevándose la luz roja de los semáforos, en contravía, sin cascos protectores, sin placas, sin licencia y sin seguro: Cada vez que Amet lanza su red de captura de motociclistas en falta (operativos que inexplicablemente se han reducido) tiene que recurrir a camiones para estibar las motocicletas que incauta transitoriamente.

 Los accidentes de tránsito son en el país una de las principales causas de muerte, heridas e invalidez. Y muchas veces quien resulta victimado es el inocente transeúnte, como acaba de ocurrir con un grupo de piadosas personas que iban para misa y fueron atropelladas por un conductor menor de edad y descalificado, que lanzó  su vehículo hacia el paseo de una carretera de San Juan de la Maguana.

Dos fauces y un solo cuerpo

El reforzamiento de la autoridad y representatividad del presidente de la Junta Central Electoral, doctor Julio César Castaños Guzmán, es una urgente necesidad y debe lograrse mediante reforma de la ley o con un reglamento. Casi con impotencia, o como quien tiene que suplicar para que lo tomen en cuenta, el emiente abogado que preside la JCE ha tenido que dicirle al resto de la matrícula del tribunal: “no hablen tanto y pónganse a trabajar”.

El problema no estriba exactamente en que hablen; el mal está en que lo hacen como  asistidos de un poder irrefutable para trazar el curso de la Junta. Se pronuncian como si el destino del organismo dependiera más de ellos individualmente que de las funciones colegiadas. Se cumple con alarma lo que un especialista extranjero acaba de denominar  “arquitectura esquizoide” de la JCE, palabras que bien traducidas quieren decir que se trata de un monstruo de dos cabezas capaz de devorarse a sí mismo.

Reciclado poblacional

Los perfiles étnicos que con el paso de los años cobrará finalmente la población dominicana son en cierta forma impredecibles, pues al tiempo que los haitianos ilegales crecen en el predominio de labores productivas en campos y ciudades, la emigración de los propios criollos es igual de incontenible.

La dominicanización ocupacional de la construcción en Puerto Rico salta a la vista. El inmigrante quisqueyano que se ocupa de trabajos pesados en la vecina isla está ascendiendo en número y categoría; muchos asumen liderazgo de brigadas de albañilería y carpintería compuesta por compatriotas, a pesar de que para la mayoría de los miles que cada trimestre cruzan el canal de la Mona tiene como destino final para sus sueños de progreso a la ciudad de Nueva York. Desde República Dominicana sale hacia el resto del mundo  un flujo importante de obreros de mano de obra calificada  porque basta con un certificado de formación técnica del Infotep para tener aceptación en industrias o para trabajar independiente, sin necesidad de tarjeta de residencia en España o Estados Unidos. Mientras, el haitiano común pone proa para la parte oriental de la isla. Territorialmente no tiene otra opción.

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