No hay dudas de que el secretario de Educación, Melanio Paredes, ha sorprendido a la opinión pública con su propuesta de excluir a la cartera educativa de la distribución y supervisión del Programa de Alimentación Escolar (PAE), mejor conocido como desayuno escolar, bajo el argumento de que esa tarea le consume demasiado tiempo tanto a él como a sus funcionarios, por lo que está considerando seriamente solicitarle al presidente Leonel Fernández que esa responsabilidad se le traspase a una de las tantas instituciones existentes en el país con la suficiente experiencia para manejarlo, siempre y cuando se le someta a una adecuada supervisión y vigilancia. Cierto es, como señala el funcionario, que la distribución del desayuno –1,553,000 raciones diarias– implica el montaje de una logística portentosa, que hay que bregar con contratos y suplidores y además monitorear de manera permanente su calidad, pero después de todo lo ocurrido alrededor de ese programa su idea de traspasar su manejo a otra institución si bien resulta digna de ser considerada puede interpretarse como una excusa para desembarazarse de una pesada carga. En los primeros días de su gestión, consciente de que los ojos del país todavía se mantenían atentos al desayuno escolar y los cuestionamientos a su calidad que caracterizaron los últimos meses de gestión de doña Alejandrina Germán, Paredes anunció la creación de una comisión, integrada por funcionarios de la cartera, nutricionistas, organizaciones de la sociedad civil, la Asociación Dominicana de Profesores y hasta un representante de los medios de comunicacion que se encargaría de monitorear su calidad, pero algo parece haberle convencido de que eso no será suficiente. ¿Con qué intereses se habrá tropezado el veterano educador que ha decidido, para curarse en salud, sacarle el cuerpo a una eventual fuente de tensiones, conflictos y escándalos?