Qué se dice
La ciudad es de todos

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So pretexto de que ciertos árboles destruyen las aceras (¡mentira! Dañan un poco sus alrededores en el proceso de crecer) y de que echan demasiado hojas (recogerlas es un precio insignificante a pagar por sus sombras generosas) el síndico Roberto Salcedo decidió “uniformar” de palmas a la ciudad, poco menos que una arbitrariedad.

La forma permanente que los follajes confieren a los ambientes citadinos y paisajes de una urbe compuesta por barrios con personalidad propia y colectividades que a través del tiempo desarrollaron sus vidas, recuerdos y nostalgias, no puede ser borrada así por así, bajo el pretexto de una “nueva estrategia municipal” traída por los cabellos.

La vegetación de una de las ciudades más arborizadas del mundo, como es Santo Domingo, no debe ser modificada de la noche a la mañana como quien va a la sastrería de Coruña, en la avenida Winston Churchill, y le dice al español: “hazme un traje morado con tales y cuales cortes, que ya estoy harto del que llevo… lo quiero para el lunes”. En Nueva Cork, París, Londres, Buenos Aires y otros conglomerados de seres humanos que se hacen respetar, el aspecto general de las ciudades es un patrimonio histórico. Ningún transitorio alcalde se mete con eso. En Nueva York, específicamente, nadie puede cambiar siquiera la fachada de su casa si es característica de los ambientes urbanos que componen la gran urbe y que por lo regular tienen más de un siglo de existencia. Quien osara aserruchar árboles centenarios para llenar las calles neoyorquinas del símbolo de Partido Dominicano, de Trujillo, (la palmita) sería condenado por la justicia.

Que hable la Iglesia

 Cristopher Hartley y Pedro Rucoy son sacerdotes; hablan a nombre de Dios y de la Iglesia. Su salida del país la dispuso Roma. Se supone que continúan bajo la disciplina del Vaticano y sus congregaciones. Ellos han montado un colosal escenario para señalar –apelando a exageraciones y distorsiones- a República Dominicana como tierra demoníaca que esclaviza haitianos; sus esfuerzos en ese sentido pueden causar graves daños a la economía nacional y hacer que esta media isla aparezca como un destino turístico abominable, de azúcar humedecida y amasada con sangre, sudor y lágrimas de siervos haitianos. Si esos sacerdotes injustos van a seguir en su campaña sin que la Iglesia les llame la atención o se desligue enérgica y públicamente de su labor, se podría interpretar que el trono de San Pedro les extiende algún tipo de anuencia; que tienen licencia religiosa para desprestigiar a un país de mayoría católica y de buenas relaciones con la Santa Sede (relaciones que deben ser de igualdad y respeto recíproco entre Estados). El show del obispo Milingo fue en su momento más espectacular, pero menos dañino internacionalmente. Un sainete impulsado por la debilidad de la carne ante el cual, sin embargo, la iglesia no tardó en parar el coche.

¡Arde París!

La Policía Dominicana muestra escasos signos de civilización y respeto a la vida cuando reprime a revoltosos en cualquier punto de la geografía nacional. Muchas veces combate los motines callejeros como si fueran guerrillas urbanas del estilo de los Tupamaros en Uruguay por allá por los años 60 y 70. En Bayaguana acaban de ocurrir unos desórdenes aldeanos y de inmediato las balas policiales causaron por lo menos un muerto y diez heridos. Si el general Santana Páez hubiera mandado a sus muchachos a sofocar las protestas juveniles que estallaron por el triunfo del derechista Sarkozy en Francia, donde hace poco las turbas pegaron fuegos a miles de vehículos en plenas calles, la Cruz Roja hubiera tenido que recoger las bajas por camionadas. Eso sí: los autores de cualquier sangrienta represión hubieran ido a parar a la cárcel y Sarkozy habría caído antes de subir al poder.

Los coreanos son belicosos y destructores cuando se lanzan a protestar, pero la policía de Corea dispone de recursos y métodos para reducirlos a la obediencia sin acabar con sus vidas. Lo mismo ocurre en otras partes civilizadas del planeta. En una manifestación reciente de repudio al presidente Alvaro Uribe, las cosas llegaron tan lejos que por poco el mandatario se lía a trompadas con los revoltosos que le acosaban e insultaban; pero nadie pereció en el hecho. La semana pasada, a la hermana del presidente de Argentina la maltrataron físicamente unos manifestantes que la acorralaron a la salida de un restaurante, pero nadie perdió la vida cuando la policía argentina la rescató. Ninguna poblada contra las cumbres de las grandes potencias que se han celebrado en diversas partes del globo ha motivado que los revoltosos paguen con su vida su osadía de insultar y maldecir mientras lanzaban piedras a los actos de Bush y sus aliados. Es una suerte para el resto de la humanidad que la Policía Dominicana solo maneje los motines callejeros de esta desventurada República de autoridades injustas que administran muy mal su poder de fuego.

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