Qué se dice
La reivindicación de la canquiña

<STRONG>Qué se dice<BR></STRONG>La reivindicación de la canquiña

 Al síndico Roberto Salcedo habría que reconocerle el mérito de estar dedicando esfuerzo e inversión a un programa municipal que tiene como centro de su atención y objetivo a la niñez.

 Construir pequeños parques para que los niños de diversos barrios, generalmente de familias de escasos recursos, dispongan de espacios para juegos de mecánica simple, como los columpios es, sencillamente, una forma inteligente y de bajo costo de mejorar la calidad de vida de la gente menuda. Esos lugares infantiles de esparcimiento son de mucha utilidad para el desarrollo físico y emocional de la niñez dominicana. Los parques «Canquiña» se está haciendo populares, en beneficio de los pobres, en el momento en que desaparece el único parque de juegos infantiles importantes que había para la clase media y alta: Arcada, situado en la avenida Winston Churchll. Haciendo estos parques infantiles, el ayuntamiento del Distrito Nacional le está dando un nuevo perfil a vecindarios de gente humilde, Además de facilitar el entretenimiento, se da cierto esplendor a sitios otrora sombríos, como era la zona verde de la confluencia de la calle Leopoldo Navarro y la avenida San Martín, que incluía unas estatuas que parecen haber cobrado vida con nuevos colores y modernos pedestales.

Le robaron el show

 Aunque se le considere un «logro» reducido, plasmado en un controversial pacto que la disidencia del dirigente sindical Pepe Abreu ensombrece, con la última resolución del Comité Nacional de Salario el país ha salido, por lo menos transitoriamente del peso de un enfrentamiento obrero-patronal. Se comprende la insatisfacción por que el aumento al sueldo mínimo fue de un 15% y que 5% de incremento para quienes ganan hasta treinta mil mensual, sea considerado insuficiente para enfrentar la dureza del alto costo de la vida. El mínimo dominicano está, todavía, por debajo del ingreso total que cualquier familia necesita para cubrir con efectividad sus principales necesidades. Además está la inflación acumulada que por varios años encareció todo, sin que la posterior estabilidad macroeconómica y de la tasa del dólar se hayan traducido en reducciones de precios. De todos modos, algo se logró y se han sentado un precedente que ahora viene a justificar más la demanda de que se creen leyes verdaderamente justas para la discusión y fijación de sueldos. La confrontación obrero patronal era absoluta hasta que emergió el ingeniero Diandino Peña. Su fórmula para que los patronos y una parte importante de los sindicatos transigieran triunfó en tiempo récord. El ejercicio mediador de monseñor Agripino Núñez Collado había resultado (como ya había ocurrido antes) insuficiente, lo que se atribuye a un desgaste de imagen. Aunque Núñez ha sido por lo regular un puente aceptablemente en los episodios de conflictos de esta sociedad, ya muchos han comenzado a ver con antipatía que él sea el único que aparezca para mediar, con el inconveniente de que se limita a dirigir diálogos sin ejercer el recurso que sería más apropiado frente a luchas de intereses: el del arbitraje. Lo que verdaderamente se necesita es un ente de gran autoridad e independencia de criterio que se sitúe entre partes encontradas para decirle al pan, pan, y al vino, vino.

Como un boomerang

 El rigor de algunas labores recaudadoras del Estado ha comenzado a tener efectos contraproducentes para el gobierno; no solo porque hay una generalizada tendencia a recurrir a transacciones en efectivo para evadir la fiscalización que la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) puede ejercer sobre la emisión de cheques y el uso de tarjetas de crédito, sino porque el sector minorista del comercio, el más numeroso de la economía, está muy disgustado políticamente con las autoridades. Muchos colmaderos están atribuyendo el fracaso de sus negocios a la presión fiscal que en virtud de innovaciones burocráticas, ya no puede ser eludida con facilidad. Trascendió que importantes figuras del oficialismo están asumiendo la vocería de esa extensa colectividad formada por dueños de pequeños negocios, a lo largo y ancho del país. Se sabe de dirigentes peledeístas muy representativos (figuras históricas del partido fundado por Juan Bosch) que le han pedido personalmente al Presidente Leonel Fernández que le «aguante el brazo» a Juan Hernández, el director de la DGII. Ante el primer mandatario se está argumentando por diversas vías del propio oficialismo que el PLD nació y se desarrolló como partido con vocación de poder gracias al respaldo de los pequeños comerciantes. Lo que ahora se ve es que la identificación de los minoristas con el PLD declina, algo que alarma a los reeleccionistas de la enseña morada.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas