Nadie recuerda que las circunstancias, aún aquellas tan adversas y limitantes como las que imponen los naturales estragos de la biología, aconsejaran al doctor Joaquín Balaguer desistir de lo que llegó a convertirse en la razón misma de su dilatada existencia: la eterna búsqueda del poder político encarnado en la Presidencia de la República, lo que lo convirtió en el político que durante más tiempo ha gobernado el país en su etapa democrática.
Y la razón es muy sencilla; cuando el extinto líder reformista decía que una nueva repostulación suya dependía de las circunstancias, de los imponderables del Destino o, si acaso, de la generosidad de la Divina Providencia, a lo que se refería era a su particular interpretación de esas circunstancias y avatares, lo que implica una lectura necesariamente subjetiva del momento histórico, político o social imperante a la hora de tomar la gran decisión.
Lo mismo puede decirse, guardando las distancias desde luego, del presidente Fernández, quien ha sido reiterativo, cada vez que se le cuestiona sobre la posibilidad de optar por un tercer período consecutivo en el 2012, al supeditar esa decisión a las circunstancias. La verdad es, sin embargo, que pocos son los que dudan, al igual que en el caso del eterno aspirante que fue Joaquín Balaguer, sobre cuál será finalmente la decisión del mandatario si consigue eliminar el obstáculo que representa la prohibición constitucional de la reelección.
La pregunta que hay que hacerse, así las cosas, es cuánto se identificará el mandatario de aquí a lo que falta para el 2012 con la alta investidura que ostenta, qué tanto gusto le habrá cogido a un carguito –como decía Hipólito– en el que se le ve tan a gusto y, más que nada, qué tan receptivo será a las interesadas adulaciones de los corifeos y adulones, y si será capaz a la hora de sopesar los pros y los contras de esas circunstancias de tener la suficiente claridad de juicio y sensatez como para tomar la decisión correcta, la que mejor convenga a los intereses del país, incluído apearse del caballo y retirarse tranquilamente a casa.