El tigueraje del expresidente Hipólito Mejía de autoinvitarse, junto a todos sus seguidores, a una fiesta donde no lo quieren ver ni en pintura, obligó al ingeniero Miguel Vargas Maldonado a posponer la reunión del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) que se celebraría este sábado en el Dominican Fiesta, pues según el presidente del PRD institucional la gerencia del hotel se negó a alquilar sus instalaciones por temor a incidentes violentos. Ha sido un decisión prudente y sabia, pues tal y como están los enconos se temía que allí se produjera una tragedia que sepultase, definitivamente, al PRD y su errático liderazgo, y es de esperarse que ningún otro hotel o centro de esparcimiento quiera ser el escenario de una batalla campal entre perredeístas. Sin embargo, si unos y otros lo que quieren es pelear ahí está el Coliseo Teo Cruz, donde pueden utilizar el ring para que Hipólito y Miguel, en un combate sin árbitro ni límite de tiempo, se quiten la tirria que está arrastrando al PRD a su sepultura.
Como héroes.- La Policía decía que mi hijo era un delincuente, pero mira toda la gente que vino a verlo. La expresión, salida de los labios de la madre de Gilbert en medio del ruidoso jolgorio en que se convirtió su entierro, podrá sonar chocante pero simplemente describía la realidad. ¿Por qué los entierros de individuos a los que la parte buena de la sociedad, la que respeta la ley y las normas civilizadas de convivencia rechaza y condena, se han convertido en auténticos homenajes de sectores populares hacia sus héroes caídos? Hace tiempo que eso está ocurriendo sin que se le preste la atención que merece el fenómeno, claramente indicador de que algunos valores de nuestra sociedad están cambiando, de manera peligrosa, delante de nuestras propias narices, sin que hagamos lo suficiente para evitar que esos cambios terminen destruyendo todo en lo que creemos.