Qué se dice
Obras son amores…

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Las obras dicen más que las palabras. Abundan las voces en defensa de la niñez y la adolescencia, maltratadas unas veces por la violencia intrafamiliar, y otras por la que ejerce el Estado al negarles lo que necesitan para su sano desarrollo. Lo que no abundan son los adultos que hagan algo por los  muchachos desvalidos.

 En medio de este hablar mucho y hacer poco, vale la pena poner de ejemplo al padre Rogelio Cruz, que está llenando una gran función en La Vega. Esta semana que comienza dará apertura a un campamento de verano para niños y jóvenes. Que en vez de andar de ociosos por calles y parques, expuestos a la mala prédica de tipos perversos, tendrían medios para jugar, practicar deportes y, en fin, entretenerse sanamente, aprender manualidades y cultivar el intelecto, reunidos  durante cinco semanas bajo influencias positivas y materialmente atendidos.

Rogelio es un cura del pueblo, para continuar con este tradicional campamento de verano necesita respaldo de buenos ciudadanos que estén en capacidad de ayudarle con meriendas, útiles deportivos, materiales para manualidades, útiles educativos y con el apadrinamiento a algunos niños.

Hay cientos de “árboles” veganos (llamámosles niños y adolescentes) cuyas ramas deben seguir creciendo rectamente. Sin torcerse en este mundo difícil. En el barrio María Auxiliadora de La Vega está el laborioso y entregado cura Rogelio. El país necesita muchos curas como este. La verdadera seguridad ciudadana comienza influyendo para que la juventud vaya por buen camino.

Usuarios desprotegidos

Indotel es un organismo técnico y profesional  al que nadie puede regatear sus méritos; y si miramos hacia su liderazgo lo que uno observa es gran calidad humana y mística de servicio. Sin embargo, la ley no provee al Instituto de las Telecomunicaciones de efectivas herramientas para proteger a la ciudadanía. Es como un cuerpo de un solo brazo que promueve con éxito la modernidad de las comunicaciones y la informática y vigila el respeto a  las reglas y licencias para las transmisiones  de voz data y video. Pero los usuarios están desamparados en otros aspectos.

Indotel no ha sido efectivo para detener el robo de celulares que se “limpian” con facilidad. Aunque el servicio  telefónico es muy caro, porque está  tremendamente gravado por el fisco, el usuario sigue cargando demasiado pesado. Aquí el ingreso promedio del ciudadano es bajo, pero el teléfono se paga como si viviéramos en Estados Unidos o Francia. Además el cliente no tiene reclamo a través de Indotel ante las fallas y mala calidad de las imágenes de las compañías  de cable.

En gran parte de la zona oriental de Santo Domingo la mayoría de los usuarios tiene que usar antenas exteriores para ver un chin de TV de noche. El sistema de cable, cuyo servicio es bastante caro, se ha deteriorado. Solo sirve por algunas horas, sobre todo de día, pero hay que pagarlo como si fuera completo. El prestigio del gobierno sufre cuando el usuario carece de protección ante las compañías de cable, una de las cuales, incluso, está intervenida por el propio Estado.

Urgencias y desesperación

Cuando la ciudad no era tan grande, resultaba fácil encontrarse siquiera con un par de farmacias que  no cerraran de noche. Era una prestación de servicio de primera necesidad apoyada en la ley y las autoridades sanitarias velaban porque la clásica ventanilla para adquirir medicamentos de noche, siempre estuviera disponible. Pero ahora la situación es crítica.

Extensos barrios del Santo Domingo completo (norte, Este y Oeste)  carecen de expendio de medicamentos desde que pasan de las diez de la noche, una carencia que se agrava más todavía porque muchas clínicas, amén de los hospitales públicos, tampoco tienen todos los fármacos que se necesitan de emergencia. Los dominicanos no solo carecen de la Seguridad Social. Estamos más atrás todavía en civilización y cualquiera puede morir por falta de una inyección aunque tenga dinero para comprarla porque las farmacias nocturnas son escasas a pesar de que estamos en una urbe que con sus suburbios concentra más de un tercio de la población nacional.

Las llamadas boticas del pueblo (del Estado) obligan a los  pobres a enfermarse dentro de un “cómodo” horario de oficina. Un cólico renal o las crisis de diabetes e hipertensión deben sufrirse de día. Hay que ser rico, bien rico, o tener un seguro de los caros para correr hacia las clínicas de primera para poder sobrevivir  a media noche a un problema de salud en este Santo Domingo que pronto tendrá un precioso metro.

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