Qué se dice
Opción válida

<STRONG>Qué se dice<BR></STRONG>Opción válida

Este país tendrá que mandar la gasolina a paseo lo más rápido posible, lo cual va dejando de ser  difícil gracias a la introducción paulatina del gas natural en este medio, para cuyo empleo en vehículos de motor existen ya algunos canales  de distribución. Por lo demás, este combustible es un componente importante de la generación eléctrica gracias a la compañía  Aes. Positivo ha sido también el uso creciente de carbón en plantas modificadas o en proceso de instalación.

Todo lo que aquí se haga con gas escapa  considerablemente a la pesadilla del petróleo que va rumbo a los cien dólares el barril a una marcha que probablemente no se detendría en esa cifra. Ya hasta las grandes economías se resienten con el alza del crudo. En  nuestra República Dominicana el gobierno ha comenzado a absorber los efectos del aumento del llamado oro negro  en el exterior. Desde el punto de vista técnico, cambiar la quema de gasolina por la de gas natural o GLP no es ni complicado ni costoso. Se trata de una innovación que se paga ella misma rápidamente a través del ahorro. Por demás resulta factible que muchas gasolineras puedan funcionar a su vez como proveedoras de combustibles alternativos. Hay que huir, como el diablo a la cruz, de los carburantes caros. Hay que aceptar la oferta de Venezuela de facilitarles a los dominicanos la instalación aquí de una gran terminal de gas natural.

Los bebedores mandan
Las imprudencias al conducir vehículos de motor son graves y frecuentes en este medio. Meses atrás un conductor bisoño embistió a un grupo de ciudadanos que caminaba por el paseo de la carretera hacia una iglesia, y ahora en El Factor, de Nagua, otro chofer le fue encima con su vehículo a un grupo de personas. El saldo fue de cuatro muertos y 30 heridos, muchos de ellos en condición grave. Una mirada a los registros de los fallos judiciales permitiría comprobar que  las sentencias duras por homicidios causados por negligencia en el tránsito no existen. Tampoco existe aquí la prevención enérgica  por cuanto no se ejerce ninguna vigilancia sobre el consumo de alcohol y el manejo. Todo fue intención y aguaje de las autoridades en ese sentido. Hay que admitir sin embargo que la opinión pública se volcó, virtualmente, en contra del uso de los alcoholímetros por parte de la AMET. Se le buscaron todos los inconvenientes y periquitos al procedimiento, y las autoridades se acobardaron y guardaron en el cajón del olvido los artefectos en cuestión. En este país el derecho a beber conduciendo (aunque solo sea una “pequeña”) tiene más aceptación pública que la saludable y conveniente obligación de impedir la ebriedad en conductores. Somos una colectividad culturalmente entregada a la irresponsabilidad de permitir indiscriminadamente el consumo de alcohol a pesar de su demostrada vinculación con la mayoría de las tragedias viales y los crímenes pasionales.

Todo bien, todo mal
Parece inherente a la política que los opinantes todo lo vean con el cristal que magnifica lo propio y disminuye lo ajeno. Solo la paja en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio. Es difícil encontrarse con que la oposición alcanza a ver siquiera un gramo de lo positivo en lo que el gobierno haga. Lo mismo ocurre con el seguidor del partido que gobierne. Difícilmente halle un gramo de imperfección en el accionar oficial. Pedir un cambio de actitud en ese sentido, y que los políticos sean objetivos, sinceros y desapasionados, sería perder el tiempo. Lo que sí debe hacer la ciudadanía es confiar, más que nada, en sus propios ojos, y  forjarse criterios sin olvidar ni por un momento que un trasfondo de  parcialidad y mezquindad ocupa espacio en la mente de la mayoría de los dirigentes políticos. A los políticos no se les puede prohibir que digan lo que les venga en gana o que dejen de subordinarse a sus intereses a la hora de apreciar la realidad. Nada, a fin de cuenta, escapa  a la condición de animal político que caracteriza al  hombre en sentido general. Lo más importante es que el pueblo sea inteligente, coja y deje de lo que escucha en los debates y que ejerza, como esos mismos políticos, el derecho a decir  esta boca es mía y a negar o dar respaldo a los proyectos políticos, según crea.

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