La doctora Milagros Ortiz Bosch ha decidido recurrir a la ya célebre Ley de Acceso a la Información Pública para pedir formalmente a la secretaría de Educación, en la persona de su incumbente Alejandrina Germán, que se publique la lista contentiva de los nombres de los 271 conserjes a los que supuestamente se designó como personal docente durante la pasada gestión, en violación a lo que establece la Ley General de Educación. Doña Milagros explica que con su solicitud solo pretende que la comunidad educativa esté informada de la manera en que hizo las cosas, pero más que nada que se eviten innecesarios conflictos entre la cartera educativa y la Asociación Dominicana de Profesores (ADP). Esperemos que la ex vicepresidenta tenga la suerte que no han tenido otros con esa bendita ley, que ya se negaron a acatar la Policía Nacional y la Secretaría de Interior y Policía a propósito de los nombres de los oficiales policiales que usufructuaban de manera ilegal vehículos recuperados, y que sea doña Alejandrina la primera funcionaria con el coraje suficiente para cumplirla.

El peliculero

La Suprema Corte de Justicia ha vuelvo a aplazar, por enésima oportunidad, el juicio que le sigue al diputado Radhamés Ramos García por tráfico de personas a través de la frontera, esta vez a solicitud de los abogados de los coacusados Chen Gnow y NG Con Seng. Los doctores Teobaldo Durán y Manny Sierra alegan, sin embargo, que en el caso de sus defendidos se ha violado el debido proceso de ley al vulnerarse el principio del «plazo razonable» que establece la propia Suprema, pues el expediente del diputado perredeísta por La Vega llegó a nuestro más alto tribunal el 15 de octubre del 2002. Hasta Ramos García, quien se pasó un largo tiempo jugando a las escondidas con la Justicia, ha terminado por cansarse de tantas dilaciones, atreviéndose a proclamar, con su típico desparpajo, que está loco porque acabe esa «película». ¿Realmente le será tan difícil a la Suprema Corte de Justicia complacer al escurridizo legislador?

Ajustes de cuentas

Parece que habrá que acostumbrarse a estos macabros hallazgos, que de tan mala manera nos recuerdan -como si fuera tan fácil olvidarlo después de la matanza de Navarrete- que en materia de violencia y criminalidad nuestra sociedad ha madurado lo suficiente como para que los ajustes de cuentas, al mejor estilo de las organizaciones mafiosas internacionales, forman parte ya de nuestra sobresaltada cotidianidad. Esta vez le ha tocado el turno a Las Matas de Farfán, en San Juan de la Maguana, donde las autoridades acaban de reportar la aparición del cadáver de un hombre desconocido con dos blocks de cemento atados al cuello, la cabeza cubierta con un saco de henequén y las manos atadas a la espalda. En las Matas de Farfán, como es lógico suponer, están conmocionados ante un descubrimiento tan desagradable, pues nadie recuerda -ni siquiera los más viejos- que se haya cometido nunca un crimen de semejantes características, pero hasta los materos saben ya que siempre hay una primera vez para todo.