Qué se dice
Para atrás, como el cangrejo

<STRONG>Qué se dice<BR></STRONG>Para atrás, como el cangrejo

Después de años de alharaca y buenas intenciones (de las que  indudablemente está empedrado el camino del infierno) la seguridad social expresada en el Seguro Familiar de Salud, se está volviendo sal y agua. Si las fallas no se corrigen a tiempo, en el subconsciente de los dominicanos lo que podría quedar como alegoría de esta “seguridad” no es la imagen de un “ángel protector,  sino la de una caja registradora: la de los que administran, cobran  y disponen el pago por servicios.

En vez de un médico en actitud acogedora, lo que  acudiría a la mente al pensar en el  “nuevo régimen”, es un tosco gerente que sumariamente  decide la proporción de cobertura a los casos de los asegurados, sin reparar en la importancia y gravedad de las enfermedades. De alguien que decide, con más poder que los médicos, cuáles pruebas y procedimientos deben aplicarse después de cada consulta. La calidad y extensión de la cobertura tienden a volverse precarias , incluso para quienes estuvieron al amparo de buenas pólizas, bajo el anterior sistema privado convencional de servicios médicos. El cangrejo, un crustáceo que camina para atrás, podría ser también el símbolo novedoso y cruel del Seguro Familiar de Salud.

Del dicho al hecho
A cualquiera  le parecería que si el Presidente de la República va a continuar movilizándose  al interior del país con el aparataje de largas caravanas de yipetas de alto consumo de combustibles, además de cuatro o cinco helicópteros que chupan carburantes como cosa de castigo, estaría entrando en una gran contradicción con las palabras de alarma y reclamo por las alzas petroleras que pronunció ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se trataría  de dispendiosas movilizaciones de ministros y propagandistas de la reelección que no se compadecerían con la gravedad de la crisis energética. Si siguen siendo letra muerta las disposiciones que restringen el uso de vehículos y combustibles del Estado los fines de semana, el discurso presidencial en la ONU no tendría más carácter que el de pose. Si el gobierno no pone transparencia permitiendo que a través de la Internet la prensa y el pueblo puedan enterarse de la forma en que el fisco cubre los costos de transportación, de adquisición de vehículos de alto consumo, pago de viáticos  y nóminas recrecidas por el ingreso de opositores al oficialismo, la comparecencia del mandatario en Nueva York quedaría en la categoría de espectáculo. A la  opinión pública dominicana, insuficientemente informada, tienen que rendirle cuentas. Se supone que estamos en el siglo de la información. No del aguaje, sino de  la información que contiene datos fehacientes sobre la forma de gastar los dineros del contribuyente.

El derecho a la protesta
A veces aflora una deplorable incapacidad oficial de resistir la  libre expresión de ideas; y sucede que las marchas, piquetes y manifestaciones callejeras, y no solo la divulgación de oponiones e informaciones por la prensa- constituyen un recurso legítimo de la ciudadanía para expresar su punto de vista. Sin embargo a la Policía  se le olvidó eso y en estos días arremetió contra una pequeña marcha en la comunidad de Sosúa: diez personas resultaron heridas. Habría que preguntarse si los agentes que así actuaron habían sido entrenados en Birmania, el remoto país que en estos momentos encarna la la brutal represión antidemocrática contra su pueblo. Una intolerancia también inaceptable se produjo recientemente contra el conocido Peregrino, que se instaló en la Plaza de la Bandera con su cruz de madera y de inmediato fue arrastrado al despacho  del Secretario de Obras Públicas dizque para prometerle que se reanudaría la obra vial que se ha pasado la vida reclamando para su región, un encuentro que él no solicitó ni estaba en sus planes. La presteza de las autoridades no fue más que una intolerancia y un abuso contra un manifestante solitario que se ha convertido en emblemático. Su presencia tan a la vista, en una plaza pública, en verdad ponía en ridículo a unas autoridades que se pasan el tiempo  prometiendo cosas y luego se olvidan de  sus obligaciones para con las comunidades.

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