QUE SE DICE
¿Por qué no importar?

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El encarecimiento de la carne de pollo tiene frustrada y mal alimentada a mucha gente. El costo de la vida está alto en todos los renglones, pero la carne blanca  fue por tradición (tradición que hay que recuperar) la alternativa para quienes no podía adquirir la de res porque cuesta mucho más. En estos momentos hay expectativas e indicios de descensos importantes de algunos precios de comestibles; por ejemplo, los de arroz, aceite y huevos. Pero la productores de pollo  siguen atrapados en problemas que auguran la permanencia de muy elevados costos de producción. Mientras eso ocurre aquí, en Estados Unidos hay sobreabundancia de pollo en piezas, incluyendo muslos,  susceptibles de ser exportados a otros  mercados, incluyendo el dominicano. El alimento se podría  comprar a precios favorables para los consumidores si se permite traerlo. El gobierno debería autorizar prontamente, la traída de carne blanca desde  Estados Unidos. La autorización debería extenderse a los supermercados. Y si toma esa medida el lunes, ya el miércoles habrá pollo barato en este país.

Destrucción de patrimonios

Una buena parte de la  mejor arquitectura de otros tiempos, la que muestra los estilos y técnicas de construcción que predominaron en el siglo pasado en el país, tiende a extinguirse. Con extraordinaria facilidad las estructuras caen por la acción de nuevos propietarios de inmuebles. En Montecristi se utilizó la técnica del fuego intencional para acabar con valiosas casonas de madera y en La Romana arrasaron con muchos edificios del centro urbano; en San Pedro de Macorís, todo un sector de la ciudad que en su arquitectura expresa el auge económico de la llamada Danza de los Millones de la industria azucarera en los primeros años del siglo 20, es alterado impunemente por remodeladores sin que aparezca una autoridad que imponga respeto por el patrimonio cultural. En Santiago se han propuesto destruir la vieja fortaleza San Luis como si no le doliera a nadie. Algo hay que hacer a nivel nacional para preservar la herencia cultural arquitectónica.

Los presos y la salud

Las principales cárceles dominicanas deberían tener áreas de atención hospitalaria, y no solo para los quebrantos del cuerpo sino de la mente. De hecho, en la penitenciaría nacional de  La Victoria existe un pabellón denominado El Hospital. Ahora es una celda más pero en el momento en que fue construido tenía ese fin: que los presos recibieran atenciones médicas sin necesidad de sacarlos de la cárcel. La humanización de los penales dominicanos debe incluir, pronto, unidades asistenciales bien completas, comenzado en los recintos carcelarios de Najayo, La Victoria y Monte Plata; lo suficientemente amplias para que hasta esos sitios pueden ser remitidos reclusos de otros centros. Ahora existe la injusticia de que solo los presos ricos o influyentes consiguen la excarcelación por motivos de salud. Para cientos de presos enfermos, desheredados de la fortuna, la oportunidad de  recibir en la propia cárcel la asistencia médica que necesitan, separados del hacinamiento y la dureza de las celdas, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Al mismo tiempo secciones hospitalarias bien equipadas, en las que haya higiene y en  las que los pacientes-presos puedan contar con la presencia frecuente de familiares, harían innecesarias las excarcelaciones privilegiadas.

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