CLAUDIO ACOSTA
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No hay dudas de que el presidente Fernández se anotó una gran victoria, de resonancia internacional, con la exitosa mediación que en el marco de la celebración de la XX Cumbre del Grupo de Río puso fin al diferendo provocado por el ataque de tropas colombianas en la frontera con Ecuador para dar muerte a Raúl Reyes, vocero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas, que estuvo al tris de terminar en un conflicto bélico.
Ese feliz desenlace ha sido la razón por la cual algunas agencias internacionales de prensa han llamado a Santo Domingo Capital de la Paz, lo que ha colocado al país, junto al presidente Fernández, en los encabezados de los principales diarios del continente, que no han escatimado elogios a la oportuna intervención como apagafuegos del presidente dominicano. Aquellos que insisten en la extraordinaria suerte que acompaña, políticamente hablando, al mandatario, tienen ahora nuevos motivos para sustentar su tesis, pero sea producto de la buena fortuna o del frío cálculo político lo cierto es que -como dice el tigueraje- se la comió.
¡Te lo dije! A nadie le gusta, mucho menos a un gobierno, que le estrujen en la cara un te lo dije, pero hay circunstancias en que no hay de otra. Por ejemplo la decisión de crear dentro de la Policía una unidad antinarcóticos, que buenas intenciones aparte ha recibido fuertes críticas, la más contundente de todas del doctor Marino Vinicio Castillo, asesor en materia de drogas del Presidente de la República, quien fue capaz de anticipar lo que acaba de ocurrir en San Francisco de Macorís. Cuenta el vespertino El Nacional que tres oficiales de la Policía fueron apresados luego de ocupárseles una cantidad de estupefacientes que, a punta de pistola, le habían arrebatado a narcotraficantes que operan en esa ciudad.
Los detenidos, dice el vespertino, son investigados para determinar hasta dónde están contaminados y si hay más miembros de la institución involucrados. Confiemos en que esa investigación llegue hasta donde tenga que llegar, pues se trata de la clase de infección que hay que atacar rápido y de manera contundente.