Qué se dice
Sobre ruidos y nueces

<STRONG>Qué se dice<BR></STRONG>Sobre ruidos y nueces

La disposición que adelantó el inicio del año escolar está sometida ahora mismo a una prueba difícil, pues ha salido a relucir que en buen número de escuelas públicas las plantas físicas no están todavía lo suficientemente listas para alojar alumnados.

Por más vuelta que se quiera dar al asunto, y más golpes de efecto hacia los medios, los números no mienten.

El índice de inversión en Educación en República Dominicana está por debajo del promedio de América Latina y por tanto el sistema es precario; la creación de escuelas y su mantenimiento no son suficientes. Bienvenido sea todo nuevo centro de enseñanza.

Hay que aplaudir que el gobierno auspicie más extensiones  de la UASD en las provincias y todo cuanto hace en materia de difusión de la informática. Pero  para ser auténticamente promisorio, el futuro de esta nación, con una escolaridad promedio espantosamente baja todavía, requiere que se invierta más en la enseñanza. 

El manejo publicitario de las realizaciones en el campo escolar tiene sus efectos para llenar los ojos de la gente, pero no logra impedir por completo que se vea la realidad. Por lo demás, es aconsejable que las autoridades acepten las razones de peso que expongan los colegios privados para demorarse en el iniciar perentoriamente  la docencia. Ellos también suelen dar mantenimiento a sus instalaciones y aplicar diversos ajustes durante las vacaciones, y probablemente lo hacen con más agilidad que el sector público.

En los brazos de Dean

Siempre se ha dicho que hay brisas que tumban cocos. Pero lo nuevo es que también las hay que abren las puertas de las cárceles. Para seis reclusos de la prisión de Barahona, el huracán Dean, con sus lluvias y daños eléctricos, fue como el “ábrete sésamo” y todavía ayer temprano no se sabía a dónde habían ido a parar en su fuga.

De lo que sí se puede estar seguro es de que los ventarrones del fenómeno llegaron a la ciudad sureña antes que la reforma carcelaria, algo que hace falta en muchas partes, porque con recintos  congestionados e inseguros, con presos mal alimentados y sin camas; sin servicios sanitarios adecuados y sin régimen de vigilancia profesional y efectivo, la sociedad no está bien servida porque las cárceles no son sólo para consumados delincuentes sino también  para presuntos autores de delitos que esperan la luz de la justicia, y ni a unos ni a otros se les puede tratar como bestias. La crueldad puede resultar una poderosa causa de reincidencia, y aunque no se justifica que los prevenidos o condenados salgan fácilmente de la cárcel aunque no haya ciclón, como ocurre  en el país  por fallas de expedientes y procedimientos, ya los infiernos no tienen justificación. En estos tiempos ni la Iglesia  habla de suplicios infernales para las almas.

Oferta atendible

La fundación que representa  a los dominicanos repatriados  después de cumplir condenas en los Estados Unidos ha hecho una propuesta que merece atención  y es completamente factible. Pide dar a los ex-convictos la oportunidad de trabajar en un programa fijo de mantenimiento de la Plaza de la Bandera, en la avenida 27 de Febrero esquina Luperón. Comenzaría como un plan piloto para enfrentar dos dolores de cabeza: El primero de esos padecimientos es el que causa la propia Plaza que siempre luce en abandono en medio de las sedes de organismos importantes como la Secretaría de las Fuerzas Armadas.

La otra dolencia de carácter social se expresa  en las dificultades que confrontan, para reintegrarse  a la sociedad, esos conciudadanos  que son retornados tras el revés personal de haber sido condenados.

La mayoría de ellos merece la oportunidad de trabajar honestamente. Las estadísticas no indican, como tiende a creerse, que haya un alto índice de reincidencia en la creciente población de los repatriados. La solicitud de la fundación “Bienvenido Seas” debe ser formalmente recibida y estudiada por la entidad que corresponda. Es sabido que un sector, no muy numeroso, de los ex-convictos logra colocación en empleos  por su dominio del inglés mientras muchos otros desesperan en la inercia.

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