Qué se dice
Trata de votantes

<STRONG>Qué se dice<BR></STRONG>Trata de votantes

Así como se da la movilización de mujeres jóvenes  captadas mediante dinero para mercados sexuales (trata de blancas) y la de individuos conducidos como bueyes al trabajo pesado (trata de braceros ilegales) existe el ejercicio de atracción de voluntades hacia proyectos políticos, lo  que puede darse bajo la apariencia de simple obtención de consentimientos para formar alianzas, pero ingresando  ipso facto al Presupuesto Nacional  con disfrute de sueldos o con  la asignación de contratos para (valga un ejemplo) convertir algún tránsfuga en dueño y señor de algún bien del Estado cedido a precio vil y en violación de la ley.

Existe en la política  vernácula, un comercio que incluye las carnadas insignificantes: papeletas enrolladas o en sobres  que se entregan bajo el nombre de ayuda a los pobres. Pero el comportamiento laudatorio y mendigante de los beneficiarios que se desesperan por recibir lo metálico indicaría que el voto de los menesterosos está cada vez más devaluado. Con un millón y medio más de ellos en la demografía a partir del 2003,  los políticos que compran adhesiones  no necesitan invertir mucho por unidad para atraerlos, por lo menos hacia los jolgorios en que pretenden parecer líderes de gran respaldo popular. Al menos, el Presidente Fernández habló en estos días de la conveniencia de ser “generosos” con los aliados, lo que podría significar que él ha optado por tener siempre gente muy “bien pagada” en sus alrededores. De todos modos, hay que mirar con horror hacia esa forma de hacer política; denunciarla y predicar  incansablemente contra ella, porque de lo contrario  este país no va a sacar los pies del hoyo por todos estos tiempos.

Acercarse a las montañas

Al fin parece que ha sido vencida la resistencia del Estado a construir una buena carretera para la ruta de Constanza, la que por las características topográficas resultaría mucho más costosa que cuando se construye en el llano. Pero sucede que por razones climáticas y de calidad de suelo, todas esas fincas de altura constituyen un verdadero poder económico.

Una fuente muy calificada de productos para los centros de consumo urbanos y de polos turísticos, aunque ya, con la tecnología de invernaderos o ambientes regulados, la agricultura  de primera es factible en casi cualquier lugar. En fin: la parte de la República Dominicana que presenta ambientes alpinos, únicos en el Caribe, debe estar lo más accesible que permita la modernidad. Carreteras anchas y seguras  que conduzcan a montañas acogedoras y productivas. Pero que no falle el Estado en proteger el ambiente. Ya lo acaba de decir un  experto extranjero; este país tiene apropiadas áreas protegidas. De lo que carece es de recursos humanos oficiales que hagan cumplir las normas. Porque en esencia somos un país en el que políticos y autoridades desertan de sus obligaciones.

Con el rabo entre las piernas

La Iglesia ganó el debate sobre la despenalización del aborto, y ahora el país contempla a partidos y legisladores acogiéndose sin chistar al criterio de carácter religioso  que de manera absoluta  rechaza la interrupción del embarazo.

El movimiento liberal femenino que aboga por reconocerles opciones  a las mujeres y preservarles el derecho a decidir sobre su vientre, abrigaba esperanzas con  ese  PLD que se originó en ideas consideradas avanzadas y en criterios  marxistas que se admitían públicamente. Se confiaba en que el Congreso manejaría el asunto con flexibilidad, sin una entrega total al dogmatismo clerical.

Se tomaba en cuenta que, incluso, el Senado como un todo, fue atacado  con afirmaciones de que estaría  “vendido” a sectores externos y que se rendiría a la despenalización. ¡Pero no! El match lo ha ganado el enérgico y desafiante Cardenal. El PLD se ha abrazado a un pragmatismo que lo lleva a pensar primero en la retención del poder. Aunque haya en ese partido gente que ha estado siempre apartada de lo religioso, ha preferido meterse el rabo entre las piernas suponiendo que la influencia del catolicismo sobre la sociedad dominicana es demasiado poderosa y que no se le puede contradecir porque ello tendría un alto costo político.

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