Según la escritora norteamericana Colette Dowling, si como mujer reflejamos en nuestro comportamiento un deseo inconsciente de ser cuidadas, rescatadas y atendidas constantemente por otras personas, es probable que estemos presentando el patrón psicológico de las mujeres con el síndrome de Cenicienta, ya que estas son sus tres características básicas.
Para Colette Dowling, este complejo lleva el nombre de la Cenicienta, personaje de cuentos folclóricos e infantiles, puesto que se basa en la idea de esas mujeres que retratan en la historia, como hermosas, elegantes y amables, pero que no pueden ser personajes fuertes ni independientes, y que deben ser rescatadas por una fuerza externa, por lo general un hombre (por ejemplo, el Príncipe).
Lo cierto es que este complejo tiene su origen en la infancia y puede afectar las relaciones personales y de pareja en el futuro. Por eso como padres, tutores y/o docentes, debemos entender que no está mal decir que nuestras hijas son las princesas de la casa, porque realmente lo son, pero debemos tener cuidado de que con eso no estemos erróneamente criándolas para que esperen sentadas al Príncipe Azul, porque seguiremos incentivando ese estereotipo de que la mujer sólo puede cambiar el curso de la vida gracias a entablar una relación con un hombre. De lo contrario, será una esclava o una sirvienta por siempre. El complejo de Cenicienta no es un concepto utilizado en la psicología clínica ni en la psiquiatría para denominar un trastorno mental, simplemente describe un cierto patrón de comportamiento alimentado por las costumbres, los estereotipos acerca de las diferencias entre hombres y mujeres.
Algunas de las características propias del complejo de Cenicienta son las siguientes:
– Baja autoestima.
– Dependencia constante.
– Miedo a salir de la zona de confort.
– Idealización de la pareja.
Yo entiendo que como padres de hijas mujeres, debemos velar por inculcarles siempre el poder del estudio y de la preparación. Enseñarles que es necesario contar con ciertos conocimientos y tener experiencia laboral antes de casarse o formar una familia. Y si tienes también hijos varones, acostúmbralos a ayudar en las tareas del hogar, así las niñas no deben encargarse de todos los quehaceres “femeninos” como estipula la sociedad.
Sería excelente, que pudiéramos criar hijos e hijas que sean capaces de alcanzar sus metas y cumplir sus sueños, y que en el futuro aspiren a disfrutar de una relación de pareja saludable y equilibrada y sobre todas las cosas, no dejemos de tratarlas como princesas (o príncipes)… que saben lo que quieren.
Si alguien se identifica con estos síntomas, el mejor método para combatirlos o transformar este comportamiento es buscando la felicidad sin pareja y con las virtudes que tengas por ti misma, sin tener que esperar que nadie te venga a cambiar la realidad. Y te invito, a que si en algún caso no consigues superar estos miedos y actitudes, lo ideal es pedir ayuda a un especialista que te ayude a modificar tus creencias y tus hábitos.