¿Qué sería de los republicanos si Bush perdiera?

¿Qué sería de los republicanos si Bush perdiera?

POR ELISABETH BUMILLER
WASHINGTON.- Los republicanos no quieren ni hablar de ello, pero la pregunta ya es una horrible idea que no está tan en el fondo de su mente: ¿Qué sería del Partido Republicano si el presidente George W. Bush perdiera las elecciones?

Para empezar, Karl Rove, el poderoso asesor político de Bush, ya no sería llamado niño genio, aunque los conocedores del partido insisten en que él y Bush tendrían menos culpa de la que podría esperarse. Suponiendo que el partido conservara el control del senado, el líder de la mayoría republicana, Bill Frist, de Tennessee, surgiría como uno de los republicanos más importantes del país. Lo mismo le ocurriría al senador John McCain, de Arizona, el ex rival de Bush. No así a Paul Wolfowitz, el neoconservador que exhortó a Bush a ir a la guerra en Irak.

Pero a la pregunta más de fondo, de si la pérdida haría que el partido se inclinara más hacia el centro, los republicanos responden que no. Sí, hubo una enorme disputa por Irak. Sí, habría mayores líneas de fractura entre los reductores de impuestos y los halcones del déficit. Y sí, el partido experimentaría una enorme depresión al reponerse de la pérdida. Pero los republicanos aseguran que la derrota de Bush no sería el heraldo de una era de moderación.

«No creo que tengamos que reestructurar al partido en niguna circunstancia», afirma el ex coordinador de la cámara baja Newt Gingrich, que está escribiendo un libro sobre los Estados Unidos en el siglo XXI. «Tenemos a los gobernadores de los cuatro estados más grandes, tenemos a la cámara de diputados, tenemos al senado, y el senador por Massachusetts se va a ir de cacería a Ohio dos semanas antes de las elecciones. John F. Kerry tiene que fingir que es uno de nosotros.»

Los republicanos señalan que, cuando perdió su partido en 1960, 1976 y 1992, a los moderados –Richard M. Nixon, Gerald R. Ford y George Bush padre– se les dio su oportunidad en el partido y la perdieron. Pero si el presidente cae en 2004, sería la primera vez que resultara derrotado un candidato claramente conservador, del que los republicanos esperasen que ganara.

«Por lo general, esto produce muchas reflexiones dentro del partido», afirma David R. Gergen, profesor de servicio público en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard y veterano de la Casa Blanca con Nixon, Ford, Reagan y Clinton. «No creo que ocurriera eso. Los conservadores alegarán que no perdimos a causa de nuestro conservadurismo. Buscarán chivos expiatorios en el equipo de seguridad nacional. Ellos afirman que la guerra fue una buena idea, pero que estuvo mal ejecutada.»

Gergen añadió que se culparía al secretario de la Defensa, Donald H. Rumsfeld, aunque la victoria electoral lo convirtiría en héroe igual de rápido. «Es una de esas cosas que se pierden sólo si se es un pobre diablo. Más que culpar a las ideas, se culpa a las personas.»

McCain, según Gerger, se convirtiría en agente de poder: sería el senador republicano que en el gobierno de Kerry tendería puentes hacia su amigo el presidente, y que conseguiría votos clave para los demócratas.

Los republicanos coincidieron en que Irak sería la mayor lucha post-electoral en caso de que perdiera Bush, en la que neoconservadores que presionaron en favor de la invasión serían los blancos principales. «Habría escuadrones de fusilamiento y un intento de purga», dijo William Kristol, editor de la revista conservadora The Weekly Standard y desde hace tiempo defensor de la guerra. «Vamos a defendernos. Será divertido.»

Pero las discusiones en torno a Irak no habrán de cambiar al partido en lo fundamental, insisten los republicanos. «Bush perdió por culpa de Irak, muy bien, pero eso no propone un cambio de política, pues el tema de Irak no es central para ningún aspecto del Partido Republicano ni de su filosofía», asegura Grover Norquist, destacado conservador y presidente de Estadounidenses en favor de la Reforma Fiscal. «Fue una decisión de juicio. Pudo haber sido una buena idea; pudo haber sido una mala idea. Así que el Partido Republicano decidiría no hacer más Iraks. Si usted no fuera el presidente, de todos modos no haría más Iraks. El partido seguiría estando en contra de los impuestos y presionaría por más. Seguiríamos siendo el partido de la desregulación y el partido del libre comercio.»

Los republicanos dicen que no esperan que haya un giro importante hacia la política exterior de Brent Scowcroft, el primer asesor de seguridad nacional de Bush, quien a mediados de 2002 hizo estallar una bomba cuando en un artículo de opinión cuestionó en público la sabiduría de invadir Irak. Aunque algunos se sentirían con mayor libertad de criticar el sueño del presidente, de la democracia que brota hacia todas partes desde el Oriente Medio, los republicanos dicen que el partido seguiría creyendo en el expansionismo y la excepcionalidad de Estados Unidos, y mantendría su decidido apoyo a la fuerza militar por todo el mundo.

«Brent Scowcroft representa la centro-derecha del viejo establishment de la política exterior, pero éste no tiene un verdadero futuro en la política del Partido Republicano», declaró Walter Russell Mead, demócrata que es becario Henry A. Kissinger en política exterior de Estados Unidos en el Consejo de Relaciones Exteriores. «Parte de eso se debe al simple paso del tiempo.» Si bien hay gente que podría continuar esa tradición, como el subsecretario de estado Richard L. Armitage, eso sólo ocurriría, advirtió Mead, en un gobierno republicano en 2008. «Esa gente sólo vuelve a la vida cuando el presidente los llama», dijo.

Con Kerry en el poder tratando de resolver el tema de Irak, agregó Mead, los republicanos estarían tan furiosos como lo están ahora los demócratas con Bush. «La guerra hace que todos se enojen», aseguró Mead. «Y la guerra se legitimiza a sí misma, pues en la guerra todo es importante. así que lo que tenemos son partidistas enojados, diciéndose a sí mismos que lo que sienten es rabia patriótica. Los republicanos en la oposición serían igualmente efectivas para el odio.»

Además de Irak, los republicanos dicen que el partido se enfrascaría en batallas intestinas por sus posiciones respecto del matrimonio homosexual, el control de las armas, el seguro médico y los impuestos. «Durante dos o tres meses, realizaríamos simposios y escribiríamos artículos acerca de lo que estuvo mal, pero muy pronto el mundo y el gobierno de Kerry definirían la agenda y nosotros nos meteríamos en eso», señaló Kristol.

Incluso con la derrota de Bush y la posible pérdida de escaños en el noreste, los republicanos predicen ganancias para el partido en el sur y en el oeste, lo cual incrementaría el poder de los evangélicos y definiría más aun a los republicanos como el partido en contra del aborto, la investigación con células madre y en favor de las armas. Al mismo tiempo, los republicanos señalaron que el gobierno de Kerry reduciría su enorme ventaja en contribuciones corporativas y los haría competir más duro por el dinero a través de Internet.

En cuanto a Bush, los republicanos dicen que no hay conjeturas de si él y Rove debieron definir a Kerry como liberal desde mucho antes, allá por marzo, en lugar de esperar a las últimas semanas de la campaña. Pero, sobre todo, los republicanos predijeron que Bush conservará su popularidad entre las bases del partido y sería tratado como estadista del partido, no como un paria.

«Nunca lo hemos hecho en nuestra historia», dijo Norquist. «Nadie ha sido malo con Ford, y aparte de decir que Bush 41 se equivicó en su aumento de impuestos, nadie lo odia ni lo desdeña por ello. Compare eso con la forma en que los demócratas han tratado a Gore, Mondale y Dukakis.»

¿Y George W. Bush volvería a presentarse en 2008? Los republicanos lo consideran improbable. «Está muy cómodo sin ser presidente», dijo Gergen.

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