Qué significa el 3% de Rigoberto

Qué significa el 3% de Rigoberto

CARMEN IMBERT BRUGAL
¿Es «respetable», como reseña una agencia de prensa internacional, el 3% que obtuvo la candidatura de Rigoberto Menchú, en las elecciones guatemaltecas celebradas el 9 de septiembre? ¿Es, acaso, la confirmación del fracaso de liderazgos coyunturales, construidos sin suficiente aval local, cuya fortaleza no resiste cuestionamientos?

¿Significa que la región precisa de auténticos portaestandartes, capaces de iniciar las transformaciones necesarias? ¿Cómo pudo el electorado del conflictivo país, con dieciséis asesinatos al día y un   saldo anual de 5000 muertes, despreciar a «la Menchú» y repartir simpatías   entre la mano dura de un ex general y las promesas institucionales de un social demócrata? Amada por los progresistas europeos, exhibida como prueba de la solidaridad del mundo sin hambre y blanco, Rigoberta acogió dictámenes ajenos y veinticuatro años después de su justo protagonismo, su principalía sufre.

Elizabeth Burgos consiguió un testimonio excepcional y, gracias al libro «Me Llamó Rigoberta Menchú…» (1983), académicos, artistas y políticos se percataron del drama guatemalteco, supieron que, del otro lado del océano, había sufrientes. Decidieron entonces, purgar culpas milenarias y Rigoberta fue bandera.

La hija del mártir católico Vicente Menchú vistió con huipiles a los más comprometidos, su texto era tema obligado, las organizaciones humanitarias lo repartían, como aquel libro rojo que servía hasta para calmar la ansiedad.      

Por estos lares, sin embargo, la historia escrita por Burgos no era novedosa; relataba la cadena de atropellos legendarios, de abusos, en contra de cientos de miles de hombres y mujeres, víctimas de las desigualdades y los prejuicios. Relataba la historia de Guatemala, ahogada en sangre, durante 37 años. El inicio y decurso de una guerra feraz, la más extensa de la región, que permitió el debut del sempiterno general Ríos Montt, enloquecido y ungido, capaz de gritar «si están con nosotros, los alimentamos, si no lo están los mataremos».

La desgracia de «La Menchú» fue comentada en prestigiosas academias, en los parques de las ciudades más opulentas del planeta. El recuento del padre asesinado, la madre violada, los hermanos desnutridos, quemados, desaparecidos, la indígena  privada de sus derechos, provocaba conmoción. Anduvo su voz y figura por doquier, el respaldo obligó la propuesta de la maya como la persona apta para merecer el Premio Nóbel de la Paz. Millares de firmas acreditaron la sugerencia y Rigoberta se convierte en la primera indígena y en la persona más joven que recibe el premio.

A partir del año 1992, su palabra adquirió categoría universal, su labor fue extensa e intensa, recorrió el planeta denunciado los horrores cometidos en su país por la cáfila militar. Aferrada a la Organización de las Naciones Unidas, elaboró el informe oficial, «Memoria del Silencio», que consigna los crímenes y delitos cometidos, durante tres décadas, en su país.

La Nóbel de la Paz creó una Fundación, con oficina central en Guatemala y sedes en México y Nueva York. Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO, Promotora del Decenio Internacional de los Pueblos Indígenas, Consejera del Director General de la UNESCO, censura el etnocidio y la discriminación de su pueblo en cualquier escenario.

Con diecisiete doctorados Honoris Causa a cuestas, recibida con vítores y reverencia en cualquier lugar, su verdad es «ser sobreviviente del genocidio». Después del libro, después del Nóbel, la investigación de un antropólogo afectó su buena estrella. El emblema  de la opresión indígena fue cuestionado y reaccionó con soberbia. David Stoll desmintió, con pruebas, el relato de Elizabeth Burgos y The New York Times reseñó el atrevimiento.  Rigoberta calificó la investigación como «odioso revisionismo histórico». 

Algo cambió y ella no lo percibió. Continuó su trabajo negada a rebatir lo expuesto. Años después, sin reparar en asesorías idóneas, prefirió guiarse por su instinto y aceptó ser la candidata del Partido Encuentro por Guatemala. Decía que las encuestas no eran creíbles y aseguraba contar con el favor de los votantes pertenecientes a su etnia. La población de Guatemala es de trece millones y un 41% es de origen maya.

¿Qué significa el 3% que optó por la candidatura de Rigoberta? Los optimistas ratificarán que es un buen comienzo, otros insistirán en la imposibilidad de opciones distintas, sin transacciones prudentes. La minoría intentará revisar estrategias y jugar limpio, para preservar símbolos útiles. Todavía no hay respuesta.

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